Declaración final sobre "La generación Covid: Niños y Jóvenes Durante y Después de la Pandemia Respondiendo a la Crisis Mundial"

2022
Statement
1 March

Declaración final sobre "La generación Covid: Niños y Jóvenes Durante y Después de la Pandemia Respondiendo a la Crisis Mundial"

Declaración final sobre "La generación Covid: Niños y Jóvenes Durante y Después de la Pandemia Respondiendo a la Crisis Mundial"
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Resumen

La Pontificia Academia de las Ciencias Sociales (PASS) reunió a académicos, legisladores, funcionarios universitarios, filántropos, líderes religiosos y profesionales de ONG, para examinar los impactos de la pandemia por el COVID-19 en niños y jóvenes.[1] De orientación internacional, interdisciplinaria y multisectorial, académicos y científicos presentamos información actual sobre el estado de bienestar de niños y jóvenes, considerando procesos de salud física, mental y espiritual, la dimensión trascendental de la persona, educación y desarrollo en una variedad de contextos, incluidos el sur de África, las Américas, el subcontinente asiático y Europa. Identificamos la emergencia de hallazgos pertinentes al desarrollo sanitario, socioemocional, cognitivo, espiritual y religioso de los jóvenes, durante la pandemia, desde el útero hasta la adolescencia y la adultez. Resaltamos el despliegue de la pandemia en el contexto de los múltiples aceleradores de las inequidades, que agudizaron seriamente las disparidades en los procesos sociales y sus consecuencias para las comunidades pobres y desfavorecidas. Identificamos y destacamos las fortalezas, resiliencias, conocimientos y prácticas locales de múltiples familias y comunidades de cuidado que respondieron a la pandemia. Consideramos la innovación en educación, las mejores prácticas en las escuelas y las nuevas tecnologías educativas. Examinamos las palancas de cambio pertinentes para servir mejor a los jóvenes, considerando enfoques sostenibles, de acuerdo a la trascendencia de la persona humana, culturalmente y religiosamente relevantes, y científicamente sólidos. Identificamos la necesidad de generar más y mejores datos longitudinales y comparativos, así como nuevos estudios con diseños rigurosos, centrados en el desarrollo y los contextos culturales de niños y jóvenes durante y después de la pandemia. Articulamos un alegato sobre la necesidad de responder mejor a las pandemias en el futuro y de generar diferentes

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Resumen

La Pontificia Academia de las Ciencias Sociales (PASS) reunió a académicos, legisladores, funcionarios universitarios, filántropos, líderes religiosos y profesionales de ONG, para examinar los impactos de la pandemia por el COVID-19 en niños y jóvenes.[1] De orientación internacional, interdisciplinaria y multisectorial, académicos y científicos presentamos información actual sobre el estado de bienestar de niños y jóvenes, considerando procesos de salud física, mental y espiritual, la dimensión trascendental de la persona, educación y desarrollo en una variedad de contextos, incluidos el sur de África, las Américas, el subcontinente asiático y Europa. Identificamos la emergencia de hallazgos pertinentes al desarrollo sanitario, socioemocional, cognitivo, espiritual y religioso de los jóvenes, durante la pandemia, desde el útero hasta la adolescencia y la adultez. Resaltamos el despliegue de la pandemia en el contexto de los múltiples aceleradores de las inequidades, que agudizaron seriamente las disparidades en los procesos sociales y sus consecuencias para las comunidades pobres y desfavorecidas. Identificamos y destacamos las fortalezas, resiliencias, conocimientos y prácticas locales de múltiples familias y comunidades de cuidado que respondieron a la pandemia. Consideramos la innovación en educación, las mejores prácticas en las escuelas y las nuevas tecnologías educativas. Examinamos las palancas de cambio pertinentes para servir mejor a los jóvenes, considerando enfoques sostenibles, de acuerdo a la trascendencia de la persona humana, culturalmente y religiosamente relevantes, y científicamente sólidos. Identificamos la necesidad de generar más y mejores datos longitudinales y comparativos, así como nuevos estudios con diseños rigurosos, centrados en el desarrollo y los contextos culturales de niños y jóvenes durante y después de la pandemia. Articulamos un alegato sobre la necesidad de responder mejor a las pandemias en el futuro y de generar diferentes caminos para guiar la recuperación y la reconstrucción. Por último, condenamos la invasión de Ucrania por parte de Rusia y el regreso de la guerra, la muerte, la pérdida y la desesperación de millones de seres humanos, dejando sin futuro a tantos jóvenes de Ucrania y del mundo.[2]

 

Prefacio

El impacto de la pandemia por el COVID-19 en la salud de los niños llevará décadas para ser comprendido en su totalidad. Sin embargo, los devastadores impactos a corto plazo ya se están poniendo de manifiesto.[3]

Los niños se ven afectados de tres maneras principales: (1) por los efectos directos del virus; (2) por las perturbaciones sociales de la vida en una pandemia; y (3) por el impacto en las familias. Si bien todos los niños fueron afectados por la pandemia, el impacto no se ha sentido por igual. Los niños más pobres, los que pertenecen a minorías étnicas y raciales, y los niños que ya padecen otros problemas de salud han sido afectados en forma desproporcionada. Los estudios de modelado, generalmente más precisos que las estadísticas oficiales, sugieren que cientos de millones de niños en todo el mundo han sido infectados con el virus y cientos de miles han muerto. La disrupción social de la pandemia ha significado aislamiento, estrés, e incluso violencia sexual y física, lo que ha provocado un aumento sustancial de ansiedad, depresión, suicidio y otros efectos sobre la salud mental. La interrupción de los sistemas de atención médica ha significado que cientos de millones de niños en el mundo entero no recibieran las vacunas periódicas críticas ni otros servicios esenciales. En el contexto más amplio de la familia, las estimaciones más recientes (seguramente un recuento insuficiente), sugieren que al menos 5 millones de niños han perdido a uno de sus padres o a un cuidador cercano. Tal pérdida tiene impactos sustanciales en la salud física y mental de los niños a corto y largo plazo.

La pandemia aún no ha terminado. Con un énfasis particular en los niños menos privilegiados, enfocamos nuestra atención en un abordaje comprehensivo para comprender los efectos de la pandemia y cómo responder para proteger a todos nuestros niños.

 

El contexto

La pandemia por COVID-19 presentó características novedosas y únicas a pesar de haber sido anticipada.[4] El cambio climático inducido por la humanidad ha hecho que las pandemias sean cada vez más probables. El calentamiento global ha facilitado la propagación de vectores a áreas más amplias y la destrucción del hábitat ha disminuido el acceso a las defensas naturales. Las incursiones humanas han aumentado las oportunidades para que las enfermedades se propaguen entre especies. Además, la creciente desigualdad global y la falta de acceso a la atención médica y a la prevención han hecho que las poblaciones desatendidas sean más vulnerables. La pandemia por el COVID-19 realzó y exacerbó las ya obscenas desigualdades de recursos y oportunidades, que se han acelerado alrededor del mundo. Dentro de las naciones, los ricos se hicieron más ricos y los pobres asumieron un sufrimiento desproporcionado. El acceso a entornos de trabajo seguros y protegidos, a tratamientos médicos y, en muchos países, a las vacunas, estaban menos disponibles para los menos privilegiados. A nivel internacional, las principales naciones del mundo no lograron maximizar su ayuda a las poblaciones en dificultades fuera de sus fronteras; y perdieron la oportunidad de cooperar aportando tecnologías, entregando vacunas y tratamientos, así como también con el intercambio de datos y de conocimientos sobre mejores prácticas. En el futuro, el trabajo de resiliencia requerirá una preparación avanzada y la abstención de comportamientos ambientales irresponsables.

 

Impactos en Niños y Jóvenes

Millones de niños y jóvenes están sufriendo daños y trastornos que marcarán su desarrollo en los años venideros. La pandemia por el COVID-19 puede describirse como un shock catastrófico de larga duración, que saca a niños y jóvenes de los caminos para alcanzar y lograr hitos madurativos, socioemocionales, cognitivos y espirituales. Millones de jóvenes están de luto y enfrentando pérdidas que son tanto tangibles e inmediatas como ambiguas e indefinidas.[5] Millones de niños y jóvenes han perdido padres, madres y otros cuidadores. La pandemia también ha privado a millones de muchos de los rituales y rutinas que estructuran y dan previsibilidad y significado a la vida diaria. La pandemia privó a millones de niños y jóvenes de oportunidades de aprendizaje, de la alegría de socializar con pares y del apoyo de cuidadores, maestros, mentores, trabajadores religiosos y miembros de la familia extensa. Para millones, la pandemia interrumpió repentinamente el acceso a la escuela, la atención médica, las vacunas, la nutrición, los deportes y varios andamios necesarios para un desarrollo apropiado. Según UNICEF, “en prácticamente todas las medidas clave de la infancia, el progreso ha retrocedido en los 12 meses desde que se declaró la pandemia, dejando a los niños frente a una nueva normalidad devastadora y distorsionadahttps://uni.cf/3b2FJVA.

Las pérdidas abarcan una variedad de dominios, incluida la de padres, cuidadores y seres queridos. Asimismo, la pérdida de rutinas incluye a las interrupciones dramáticas en la educación que a la vez precipitaron profundos impactos en la salud física y mental y la educación, colocando a los niños vulnerables en un mayor riesgo de pobreza, abuso y otras vulnerabilidades.

 

Dimensiones de Impacto

Particularmente, los niños fueron expuestos a múltiples: 1) muerte, pérdida y luto; 2) aumento de los trastornos de salud mental; y 3) profundas interrupciones en la educación y pérdida de aprendizajes.

 

Muerte, Pérdida y Duelo

Millones de niños están de luto por la pandemia por el COVID-19: a partir de marzo de 2022, más de 5,2 millones de niños perdieron a un padre, madre o cuidador a causa de la COVID-19[6] (ver también, https://bit.ly/3t7pAXh). La cifra de 5,2 millones es sin duda una subestimación. Una publicación previa de The Lancet indica que los países más afectados por la pérdida de padres y cuidadores están todos en el metafórico Sur global: Perú (10,2 por cada 1000 niños); Sudáfrica (5,1); México (3,5); Brasil (2,4); y Colombia (2,3), que lidera el ranking https://bit.ly/2XDmEWO.

En los países de altos ingresos, las poblaciones desatendidas también enfrentaron graves riesgos. En los Estados Unidos, los análisis de datos disponibles sugieren que los jóvenes de poblaciones minoritarias fueron devastados por las pérdidas de padres y cuidadores relacionadas con la enfermedad por el COVID-19. Las desigualdades fueron atroces: por cada niño estadounidense blanco que quedó huérfano, 1,8 niños hispano-americanos, 2,4 afro-americanos y 4,5 nativo-americanos y nativos de Alaska, entre otras minorías, quedaron huérfanos.[7]

Los niños y jóvenes también entraron en luto por la pérdida de otros parientes, vecinos y amigos queridos. O sus pares estaban en duelo por sus propias perdidas. Niños y jóvenes alrededor del mundo entero perdieron rutinas, rituales, acceso a escuelas, deporte, espacios abiertos de juego, clubes y lugares de culto, a medida que las instituciones de la sociedad fueron cerrando. Las reglas de aislamiento, las prohibiciones de reuniones sociales y las normas de distanciamiento social alejaron aún más a los niños y jóvenes de las experiencias normativas esenciales para un desarrollo psicosocial culturalmente apropiado. Millones de niños llegaron a ser cuidados por madres y padres que perdieron sus medios de subsistencia. Las madres, los padres y otros cuidadores, que estaban de duelo y deprimidos, se volvieron menos disponibles para satisfacer las necesidades de los niños. Dado el acecho de la muerte a ciudades, suburbios y áreas rurales como un tsunami de sufrimiento, se estiman impactos acumulativos de tal escala que sus consecuencias negativas seguirán sintiéndose durante décadas.

 

Impactos en la Salud Mental

A medida que la pandemia por el COVID-19 se propagó globalmente, la angustia se convirtió en otra pandemia dentro de la pandemia. En una poco común advertencia sobre la salud mental de los jóvenes, el Director General de Sanidad de los Estados Unidos señaló:

“Una investigación reciente que abarcó a más de 80.000 jóvenes en todo el mundo encontró que los síntomas depresivos y de ansiedad se duplicaron durante la pandemia, con un 25% de los jóvenes experimentando síntomas depresivos y un 20% experimentando síntomas de ansiedad. Las emociones o conductas negativas como la impulsividad y la irritabilidad, asociadas con condiciones como el TDAH, parecen haber aumentado moderadamente. Los primeros datos clínicos también son preocupantes: a principios de 2021, las visitas al departamento de emergencias en los Estados Unidos por sospechas de intentos de suicidio fueron un 51% más altas para las adolescentes y un 4 % más altas para los adolescentes, en comparación con el mismo período a principios de 2019” https://bit.ly/3wwZaBO.

En el Taller de PASS, destacamos a las investigaciones académicas que utilizan una variedad de metodologías en distintos países del mundo. Los datos revelan aumentos significativos en los trastornos del estado de ánimo, que incluyen depresión y distimia, así como también ansiedad, dependencia, distracción, irritabilidad, pánico, soledad y comportamientos regresivos, entre otros. Se identificó un patrón repetido en varios estudios sistemáticos, en los que se observó que (a) jóvenes con padres o madres padeciendo angustia, (b) adolescentes mayores, y (c) niñas, niños y adolescentes que viven con neurodiversidad y/o con condiciones físicas crónicas, tenían más probabilidades de experimentar trastornos en su salud mental.

Un análisis de 116 artículos revisados por pares con datos sobre un total de 127.923 niños y adolescentes, y 50.984 reportes de adultos (e.g., madres, profesionales de la salud) sobre niños y adolescentes, analizaron una variedad de datos primarios sobre los impactos en la salud mental de niños y adolescentes relacionados con la enfermedad por el COVID-19 https://doi.org/10.1111/camh.12501. Una abundante cantidad de estudios de todo el mundo esbozan una imagen de los peligros para la salud mental que enfrentan los jóvenes mientras luchan por navegar los flujos y reflujos globales de la pandemia por el COVID-19. Patrones isomorfos de sufrimiento psicosocial están surgiendo en diferentes países alrededor del mundo, incluidos Argentina,[8] Canadá, China, India,[9] Jordania,[10] Bangladesh,[11] Pakistán,[12] Qatar,[13] Australia,[14] Italia y España,[15] Austria, Alemania, Liechtenstein y Suiza,[16] Grecia,[17] Irlanda[18] y Sudáfrica,[19] entre otros.

 

Impactos educativos

“La pandemia tiene un enorme impacto en la educación. En muchas partes del mundo, un gran número de niños no puede regresar a la escuela, y esta situación corre el riesgo de aumentar el trabajo infantil, la explotación, el abuso y la desnutrición”. Mensaje del Santo Padre Francisco a la Pontificia Academia de las Ciencias, 7 de octubre de 2020.

Para los niños y los jóvenes, la escuela es otro hogar. La pandemia cerró el segundo hogar de cientos de millones de niños en todo el mundo. La pandemia por el COVID-19 desarmó sistemas educativos con fuerza geológica. Para casi 500 millones de niños cuyas escuelas cerraron debido al COVID-19, no existían oportunidades de aprendizaje remoto. Un año después de la pandemia, durante el primer trimestre de 2021, más de 160 millones de niños “han faltado a la escuela durante casi un año debido a las restricciones por la enfermedad por el COVID-19”. Catorce países “han permanecido en gran parte cerrados desde marzo de 2020 hasta febrero de 2021”. Los datos de la ONU sugieren que la pandemia por el COVID-19 ha acabado con veinte años de logros, ya que “100 millones de niños más pierden las habilidades básicas de lectura debido al COVID-19” https://bit.ly/3Hm89IZ. El cierre de escuelas interrumpió la inmunización y otros servicios de salud, e impidió que millones de niños tuvieran acceso a la única comida nutritiva del día. Los investigadores sugieren que los niños y las niñas neurológicamente atípicos experimentaron impactos negativos significativos a nivel educativo, socioemocional y físico negativos relacionados con el COVID-19 (“incluyendo [menos] horas de sueño; dietas [pobres]; [menos] ejercicio; [más] uso de medios electrónicos; y aumento de los síntomas de discapacidad del neurodesarrollo infantil [NDD] y comorbilidades https://bit.ly/2ZLgDYP”).

Cuando las escuelas cerraron, el mundo de la educación recurrió a la radio, la televisión, el correo y una variedad de tecnologías y aplicaciones más actuales para brindar continuidad a la educación de niños y jóvenes. La pandemia por el COVID-19 renovó las expectativas de implementar nuevas tecnologías para continuar de manera efectiva su educación a través de la enseñanza y el aprendizaje remoto.[20]

Las nuevas tecnologías fueron implementadas con rapidez, optimismo y esperanza[21]. Hubo logros importantes. Sin embargo, también quedaron claras las limitaciones e inequidades. Primero, “Más de un tercio de los jóvenes en todo el mundo no tienen acceso a Internet y la mayoría de estos jóvenes se encuentran en países en desarrollo”.[22] En segundo lugar, existen brechas significativas en la preparación para el uso de las tecnologías tanto en los hogares como en las escuelas. En tercer lugar, existe un acceso desigual a Internet y a los dispositivos. Y en cuarto lugar, existe un conocimiento diferencial entre maestros y padres que limita la capacidad de sostener el aprendizaje (remoto) en tiempos de crisis” (Ibíd.)

Otras investigaciones sugieren que las nuevas tecnologías pueden ser herramientas poderosas; pero también están creando nuevas preocupaciones en varios dominios educativos básicos,[23] seriatim, (1) los académicos en el campo de la mente, el cerebro y la educación han documentado los impactos negativos a largo plazo de nuevas aplicaciones sobre la lectura profunda[24] y (2) el aprendizaje socioemocional; (3) en algunos casos tales tecnologías también pueden socavar la empatía,[25] (4) intensificar el acoso cibernético, (5) dar acceso a niños y jóvenes a materiales inapropiados, y (6) ser nuevas herramientas letalmente efectivas para la explotación y el tráfico de niñas, niños y jóvenes. Las características adictivas diseñadas a propósito que pueden encontrarse en muchas plataformas de aplicaciones abren otro campo de profunda preocupación.

A medida que el mundo de la educación se esfuerza por pasar a una fase de recuperación, los niños más vulnerables enfrentan importantes desafíos para avanzar:

Desde su estallido hace dos años, la pandemia por el COVID-19 ha interrumpido los sistemas educativos en todo el mundo, afectando más a los estudiantes más vulnerables. [L]os costos pueden ser tremendos en términos de pérdidas de aprendizaje, salud y bienestar y abandono escolar. Priorizar la educación como un bien público es crucial para evitar una catástrofe generacional e impulsar una recuperación sostenible. Para ser más resilientes, equitativos e inclusivos, los sistemas educativos deben transformarse, aprovechando la tecnología, para beneficiar a todos los estudiantes y para construir en base a las innovaciones y asociaciones catalizadas durante esta crisis”. UNESCO, 2022 https://bit.ly/3GBhXgG

 

Intensificación de Inequidades Preexistentes al COVID-19

Un tema recurrente en las presentaciones del taller de PASS fue el de la intensificación de las vulnerabilidades de las comunidades que ya estaban en riesgo.[26] A medida que la pandemia por el COVID-19 fue dañando franjas enteras de la economía y la sociedad, puso a millones de niños y jóvenes en las calles y en riesgo de violencia, explotación y tráfico. David Bloom y Maddalena Ferranna ofrecieron una evaluación temprana del impacto de la pandemia por el COVID-19 en niños y jóvenes como “una degradación de la salud emocional y mental de los estudiantes y un aumento del riesgo de violencia doméstica y abuso” https://bit.ly/3HYUpmp.

La pandemia también reveló e intensificó las grandes desigualdades en las oportunidades de desarrollo de niñas, niños y jóvenes. Las desigualdades están creciendo dentro de las naciones y entre las naciones. Los jóvenes desfavorecidos están experimentando niveles alarmantes de aumento de pobreza, inseguridad alimentaria https://bit.ly/2ZMYqdC, abuso infantil https://bit.ly/3cr04ET, trata de niñas y niños y trabajo infantil. https://bit.ly/3watKya

 

Niños en Pobreza

El COVID-19 ha puesto en gran riesgo a millones de niños y jóvenes en situación de pobreza. La pobreza extrema compromete el desarrollo físico, socioemocional y cognitivo, la salud y el bienestar. La pandemia por el COVID-19 está empujando a otros 97 millones de seres humanos a la pobreza extrema https://bit.ly/3DvOFiA. El hambre y la desnutrición dañan la vida de millones de seres humanos alrededor del mundo. La pandemia por el COVID-19 está revirtiendo las ganancias. Los precios de los alimentos están cerca de los máximos históricos.[27]

 

Jóvenes en huida

La pandemia, la guerra, el terror y el cambio climático son los nuevos impulsores de las migraciones masivas de nuestros tiempos https://bit.ly/3203Tif. Estas fuerzas están impulsando niveles sin precedentes de migrantes y solicitantes de asilo, tanto legales como no autorizados, en todo el mundo.[28] En los últimos 12 meses, la frontera con más tráfico del mundo, entre México y los Estados Unidos, ha visto un aumento vertiginoso de inmigrantes no autorizados con un récord histórico de 1.7 millones de detenciones, “muchos de ellos huyendo de países devastados por la pandemia… tratando de ingresar a los Estados Unidos en los últimos 12 meses, coronando un año de caos en la frontera surhttps://nyti.ms/3jxTrEy.[29]

En todo el mundo, 36 millones de niños son inmigrantes y otros 18 millones son desplazados internos. La guerra de Rusia contra Ucrania está desplazando a la fuerza a millones de niños. Los niños de familias inmigrantes se ven afectados de manera diferente por la pandemia por el COVID-19.[30] En los Estados Unidos y Europa, los inmigrantes corren un mayor riesgo de contraer el virus SARS-Cov-2 por trabajar en ocupaciones con salarios bajos y tasas de infección mucho más altas que los nativos (e.g., atención médica, agricultura, empaque de carne). También viven en hogares multigeneracionales hacinados donde es más difícil mantener las normas de aislamiento físico si están enfermos.[31] Las familias inmigrantes quedaron aún más aisladas de los miembros de sus familias extensas y muchos niños quedaron separados de sus padres cuando cerraron las fronteras.[32]

Los niños inmigrantes sufrieron interrupciones en su educación; pero además estuvieron particularmente en riesgo porque sus padres a menudo no podían ayudarlos con la educación en sus hogares, debido a dificultades de idioma y desconocimiento de los planes de estudios del nuevo país. También se interrumpieron los procesos de integración de los niños inmigrantes en sus escuelas a través del juego con otros niños y mediante la tutoría de maestros y otros adultos. La resiliencia de los niños inmigrantes que los ayuda a adaptarse a nuevas normas y circunstancias a través de su historia migratoria es una fortaleza que estas familias tienen a su favor. Por un breve período durante el verano de 2020, los centros de detención de inmigrantes irregulares se vaciaron en Europa y los Estados Unidos. Asimismo, las ayudas adicionales de los gobiernos contribuyeron a reducir la pobreza. Desafortunadamente, estas breves ventanas de asistencia que ayudaron a muchas familias de inmigrantes, no duraron y la oportunidad de ayudar a los niños inmigrantes no se mantuvo. En contextos de refugiados, las “pedagogías de pertenencia” son clave para que los jóvenes vinculen pasado-presente-futuro a través de su educación. También son esenciales las relaciones con los maestros y profesores, que ayudan a conciliar las situaciones actuales de incertidumbre con la construcción de un futuro focalizado en la esperanza de menos confinamiento.

 

Esclavitud moderna

La pandemia por el COVID-19 ha tenido impactos inmediatos y graves en las mujeres explotadas por el comercio sexual, que ya se encontraban entre las personas más vulnerables del planeta. El COVID-19 aumenta los daños resultantes de la pobreza y la explotación violenta de la prostitución, una institución opresiva construida sobre los cimientos del sexismo y el racismo. Debido a las cuarentenas, el distanciamiento social, la negligencia de los gobiernos hacia los pobres, el racismo sistémico en todos los ámbitos de la vida -incluida la atención médica-, la falta de protección de los niños contra el abuso y la depredación de los compradores de sexo y los proxenetas, la pandemia por el COVID-19 amenaza la capacidad de supervivencia de las mujeres ya marginadas. Comprender cómo es estar angustiada por resolver el acceso a la comida y a la vivienda es clave para entender los riesgos que corren las personas que ejercen la prostitución. Sabiendo que estaban arriesgando sus vidas, muchas mujeres se prostituyeron durante la pandemia. “La pobreza nos va a matar antes que el coronavirus”, dijo una mujer India en situación de prostitución. Incluso antes de la pandemia, los compradores de sexo y los proxenetas infligieron más violencia sexual a las mujeres en el comercio sexual que cualquier otro grupo de mujeres estudiado en investigaciones. Cuanto mayor es la pobreza, mayor es la probabilidad de explotación violenta en el comercio sexual, como señaló hace 26 años un investigador holandés.[33]

 

Jóvenes en la esclavitud moderna

El Informe de la Organización Mundial de la Salud sobre el estado mundial de la prevención de la violencia contra los niños advierte sobre el impacto dramático de la pandemia por el COVID-19 https://bit.ly/3cr04ET. Los niños maltratados, los niños desaparecidos, los hijos de los migrantes desplazados por la guerra y los niños en la esclavitud moderna están sufriendo en un imperio de dolor, que el COVID-19 hizo más difícil de detectar y evitar.[34] Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), durante la pandemia por el COVID-19 el tráfico se ha vuelto más oculto y difícil de detectar. En su informe más reciente (UNODC), se afirma: “La pandemia ha aumentado las vulnerabilidades a la trata de personas, y al mismo tiempo hace que la trata sea aún más difícil de detectar y deja a las víctimas luchando por obtener ayuda y acceso a la justiciahttps://bit.ly/3B5SFGe. El COVID-19 aumentó la trata de personas, particularmente en aquellos países que sufrieron las caídas más rápidas y persistentes en el empleo. “Los niños representan alrededor de un tercio de las víctimas de trata detectadashttps://bit.ly/3watKya.

Las mujeres, las niñas y niños y los migrantes han sido identificados por participantes de encuestas y entrevistas como particularmente vulnerables al reclutamiento y la explotación durante la pandemia por el COVID-19. “Han reclutado a mujeres y niñas, a menudo localmente o por Internet, para la explotación sexual, especialmente en apartamentos privados. Los niños se han visto particularmente afectados: sin estar en la escuela y necesitando apoyar a los padres que han perdido sus medios de subsistencia, los niños han sido cada vez más el blanco de traficantes a nivel local y por Internet. Han sido objeto de trata con fines sexuales, matrimonio forzado, mendicidad forzada y delincuencia forzada. Existe una clara evidencia de una mayor demanda de materiales de explotación sexual infantil (CSEM), lo que ha exacerbado la explotación de los niños en todo el mundo” https://bit.ly/3spMPvp.

Denunciamos y llamamos al fin inmediato de la situación límite en la que se encuentran los niños abusados, los niños en guerra, los niños de migrantes desplazados por la fuerza, los niños desaparecidos, los niños traficados y los niños en la esclavitud moderna. El COVID-19 ha creado oportunidades nuevas e inimaginables para destruir el potencial humano, a medida que los jóvenes deben sobrevivir en un imperio de sufrimiento que la pandemia está intensificando y haciendo más difícil de prevenir y curar. Actualmente, el mundo está avanzando en sus esfuerzos para poner fin a la explotación y al abuso sexual infantil, por Internet y en persona. Esto debe seguir siendo un imperativo global para la generación COVID, una generación que ha aumentado su dependencia de las tecnologías digitales. Este esfuerzo debe estar respaldado por datos y evidencia de alta calidad, que representen las propias voces y experiencias únicas de las niñas, niños y jóvenes.

 

Una instantánea sobre los impactos en el desarrollo de niños y jóvenes

Los niños y los jóvenes fueron puestos en riesgo en todo el espectro de su desarrollo.

 

Impactos en la primera infancia

Antes de la pandemia por el COVID-19, aproximadamente 250 millones de niños (43 %) que vivían en países de ingresos bajos y medianos no alcanzaban su potencial de desarrollo en los primeros cinco años de vida, debido a diversos riesgos biológicos y psicosociales (e.g., desnutrición, oportunidades inadecuadas para el aprendizaje temprano, depresión materna, exposición a la violencia).[35] La primera infancia es un momento de rápido desarrollo cerebral que sienta las bases para las habilidades sensoriales, motoras, cognitivas y de lenguaje que se desarrollarán a lo largo de la vida. Debido a una mayor neuroplasticidad, la vida temprana es una ventana de oportunidad crítica en la que el entorno y las experiencias pueden moldear el cerebro en desarrollo. En los primeros 11 meses de la pandemia por el COVID-19, se estima que la cantidad de niños con retraso en su desarrollo temprano aumentó en más de 10,75 millones, fenómeno probablemente asociado a la interrupción de los entornos protectores y de las relaciones educativas que fomentan su desarrollo saludable a corto y largo plazo.[36]

Estos riesgos incluyen mayor ansiedad, estrés y depresión en los padres; aumento de la violencia contra los niños pequeños;[37] y acceso reducido a la atención médica y educación debido al cierre de guarderías y salas preescolares. Además, se estima que es altamente probable que estos riesgos agraven aún más las desigualdades existentes entre los niños que viven en contextos con más y menos ingresos. Por ejemplo, antes de la pandemia, solo entre el 20% y el 55% de niños pequeños tenían acceso a los servicios de educación de primera infancia en los países de ingresos bajos y medianos, en comparación con casi el 80% en los países de ingresos altos -lo que ilustra la fragilidad y el acceso desigual a los sistemas de apoyo para nuestros ciudadanos más jóvenes. Durante la pandemia, la proporción de días de instrucción presencial perdidos debido al cierre de los centros preescolares estuvo en un rango de entre el 50% y el 57% en los países de ingresos bajos y medianos; y la cantidad de niños con demoras en su desarrollo temprano aumentó en más de 10 millones. Por lo contrario, para los niños pequeños que viven en países de altos ingresos, la proporción de días de instrucción presencial perdidos fue menor (cerca del 46%); y muchos menos niños manifestaron demoras en su desarrollo temprano (menos de 0,5 millones). Es probable que el costo de la inacción en los primeros años tenga consecuencias a mediano y largo plazo para aquellos niños rezagados en sus trayectorias de desarrollo y de aprendizaje.

 

Impactos durante la adolescencia

Durante la pandemia por el COVID-19 los problemas de salud mental casi se duplicaron en la adolescencia.[38] Los adolescentes pueden correr riesgos psicosociales asociados con el COVID-19 por varias razones. Dado que en esta etapa del desarrollo neural puede haber cambios en la susceptibilidad emocional, procesos tales como el desarrollo de la identidad y las amenazas existenciales pudieron haber sido alterados por el confinamiento social y el cierre de las escuelas. Los efectos de la pandemia se pueden comprender mejor al implementar modelos de riesgo acumulativo. La calidez de los padres protegió a los adolescentes, mientras que el conflicto parental los colocó en riesgo de expresar problemas psicosociales. El aislamiento de los pares funcionó principalmente como un riesgo; sin embargo, protegió a algunos adolescentes de la exclusión social y el acoso escolar. Los estudios longitudinales muestran que el cierre de escuelas condujo a un aumento de signos de depresión y ansiedad; con una disminución de la satisfacción con la vida; y con mayores efectos en las adolescentes como resultado, quizás, del aislamiento social de sus pares, la disminución de la actividad física y el aumento del tiempo con los padres, lo cual a su vez pudo impedir en ciertos casos el desarrollo de la autonomía. Los efectos de la pandemia sin duda varían según los valores y recursos de las familias y las comunidades. Los adolescentes en las comunidades más pobres tenían mayor riesgo de padecer problemas de salud mental.

Los adolescentes también dan forma a sus comunidades, y varios estudios sugieren que las intervenciones deben centrarse en empoderar a los jóvenes para que actúen y aseguren el bien común. En otras palabras, los adolescentes pueden ser agentes de cambio durante una crisis como la del COVID-19. Debido a que aún estamos en medio de la pandemia, reiteramos, su impacto a largo plazo no es claro aún. Con base en estudios de otras amenazas existenciales, es probable que la incidencia de problemas de salud mental disminuya a medida que mejoren las condiciones de vida. A pesar de ello, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que hubo una crisis mundial de salud mental para los adolescentes antes de la pandemia, que debe abordarse con programas de prevención e intervención dirigidos a las familias, las escuelas y las comunidades.

 

El camino hacia la recuperación y la reconstrucción

A medida que pasamos de un contexto de emergencia a otro de recuperación y reconstrucción, sería prudente prestar atención a las palabras del Papa Francisco: “Para educar, uno tiene que ser capaz de combinar el lenguaje de la cabeza con el lenguaje del corazón y el lenguaje de las manos”. En la reconstrucción y recuperación, la educación debe esforzarse por inculcar en niños y jóvenes habilidades cognitivas para el pensamiento crítico, así como habilidades metacognitivas para convertirse en aprendientes de por vida, y agentes cívicos empoderados para generar la transición al mercado laboral del siglo XXI. En la recuperación también debemos nutrir la sensibilidad humana, la empatía y la toma de perspectiva, las habilidades de comunicación y de colaboración. El trabajo de la educación es cultivar los signos de salud, florecimiento y compromiso de los niños y jóvenes. En el sentido platónico, la educación se esfuerza por nutrir la lógica (verdad y ciencia), la ética (bondad y justicia) y la estética (belleza). Crear un mundo más inclusivo, justo y sostenible es el desafío urgente de la educación. En palabras del Papa Francisco, un “llamado a la solidaridad” con la próxima generación, con los demás y con nuestro planeta cada vez más frágil, es el imperativo ético de nuestro tiempo.

Es demasiado pronto para discernir por completo las secuelas a largo plazo de la pandemia que aún continúa.[39] Su impacto a largo plazo en las niñas, niños y jóvenes aún no se conoce. Las niñas y los niños son resilientes y altamente adaptables incluso ante las circunstancias más adversas (Betancourt 2019). Al respecto, el Director General de Sanidad de los Estados Unidos sugiere lo siguiente:

De acuerdo a más de 50 años de investigación, los aumentos en los síntomas de angustia durante desastres son comunes; pero la mayoría de las personas se adaptan bien y no desarrollan trastornos de salud mental… Muchos jóvenes pueden recuperarse de experiencias difíciles relacionadas con el estrés, la adversidad y el traumahttps://bit.ly/354aObt.

Las fuentes de resiliencia no siempre son obvias. La respuesta no está en las características individuales. Las investigaciones sugieren que el proceso se desarrolla en un entorno físico y social que involucra en forma primaria a la familia y a los cuidadores, pero también a pares, escuelas, lugares de culto, deporte y otras instituciones de la sociedad https://bit.ly/3f96vxp.

Así como la pandemia, la guerra y el exilio implican interrupción, desplazamiento e incluso destrucción, la recuperación se produce con la reconstrucción del mundo social de los niños. Afortunadamente, sabemos cómo hacerlo. Y principalmente lo hacemos a través de las instituciones de la sociedad. Los entornos de educación y cuidado de la primera infancia,[40] las escuelas,[41] las universidades,[42] las fundaciones,[43] los filántropos,[44] las organizaciones comunitarias que ofrecen servicios a los jóvenes, las ONG, los clubes, las asociaciones voluntarias, los lugares de culto[45] y las alianzas de otros sectores interesados tendrán una responsabilidad especial en el avance de la reconstrucción.

 

 

Recomendaciones

“Hablar de la dignidad humana trascendente significa, pues, apelar a la naturaleza humana, a nuestra capacidad innata de distinguir el bien del mal, a esa ‘brújula’ en lo profundo de nuestro corazón que Dios ha impreso en toda la creación [4]. Sobre todo, significa considerar a los seres humanos no como absolutos, sino como seres en relación”. Papa Francisco, Discurso ante el Parlamento Europeo, Estrasburgo, Francia, martes 25 de noviembre de 2014. https://bit.ly/3KQQGte

 

Debemos proteger la dignidad trascendente de todos los seres humanos. Es fundamental que protejamos a los niños y a los jóvenes directamente del virus, priorizando las vacunas para todos. A medida que aumenten los suministros de vacunas, la vacunación infantil contra el COVID-19 debería convertirse en una prioridad mundial. La evidencia del beneficio de la vacuna para niños de 5 años en adelante ya es clara; y cuando tengamos evidencia científica sólida para niños menores de 5 años, también deberían utilizarse. Necesitamos una estrategia global para expandir los servicios de salud mental para niños, desde el uso de más soluciones basadas en tecnología hasta la capacitación de personas no profesionales para brindar servicios. Hay evidencia emergente de que estas estrategias pueden aumentar sustancialmente tanto el acceso como la calidad de los servicios de salud mental para niñas, niños y jóvenes. Finalmente, necesitamos que las organizaciones religiosas y de la sociedad civil se asocien con los gobiernos para identificar a los niños que sufren la pérdida de sus padres y otros trastornos graves; y brindar apoyo emocional, espiritual, financiero y social a estos niños y jóvenes durante estos tiempos tan difíciles.

Alcanzar la meta 4.2 del Objetivo de Desarrollo Sostenible (i.e., que todos los niños tengan acceso a servicios de cuidado, desarrollo y educación en la primera infancia), requiere de acciones multisectoriales urgentes para mitigar el impacto perjudicial en la calidad del cuidado y las oportunidades que reciben los niños. Hay soluciones disponibles para abordar las necesidades de los niños pequeños y sus cuidadores (e.g., programas para padres; servicios de AEPI; estrategias de prevención de la violencia). Sin embargo, el diseño y la ejecución de las intervenciones no deben exacerbar aún más las marcadas desigualdades en el acceso a la atención y las oportunidades. Además, los enfoques deben invertir en el fortalecimiento de los sistemas que atienden a los niños pequeños y a sus cuidadores (e.g., invertir en trabajadores de la primera infancia que a menudo están mal pagados y mal valorados en la sociedad).

La educación durante la pandemia, al igual que en otros momentos de crisis y disrupciones, generalmente se ha enmarcado como un espacio de espera temporal hasta que sea posible volver a la normalidad; pero sin acompañamiento de las condiciones para el aprendizaje, la pertenencia y la oportunidad[46]. La educación nunca se trata solo del aquí y ahora. Conecta las historias con el doble imperativo de vivir en el presente, al mismo tiempo que conecta ese presente con la construcción del futuro. La construcción del futuro implica imaginar y planificar múltiples futuros posibles -procesos que no son lineales y que no buscan la "normalidad". Siguiendo las enseñanzas del Papa Francisco, la consideración de la persona humana trascendente abierta a Dios es central en la educación.

La pandemia está creando una profunda recesión humana en niñas, niños y jóvenes.[47] Las lecciones que surgen de esta pandemia son un llamado de atención para la transformación de la educación. La reapertura de escuelas no equivale al final de una crisis, porque las cicatrices de esta experiencia son profundas y el costo de la inacción conlleva otros potencialmente altos a largo plazo. La educación es un derecho humano, una vacuna social y el ancla más fuerte para dar forma a un mundo sostenible. Como pide el reciente informe “Futuros de la Educación” de la UNESCO, necesitamos un nuevo contrato social para la educación que reequilibre nuestras relaciones, entre nosotros y con la tecnología y el planeta. Esto deberá incluir pedagogías que enfaticen la cooperación, la pertenencia y la solidaridad, y currículos que valoren el aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario https://bit.ly/3w1KZEn.

A partir de los aprendizajes de los impactos perjudiciales del cierre de escuelas, debemos establecer las prioridades correctas y aprovechar la oportunidad para dirigir la recuperación en la dirección de la inclusión, la equidad y la sostenibilidad. Será crucial hacer que la tecnología funcione para los más marginados, apoyar la innovación pedagógica y anclar la transformación digital en principios de derechos humanos y equidad para que la tecnología funcione para los más marginados. Nuestro desafío es humanista y ético: tenemos una responsabilidad colectiva frente a la generación COVID-19 de hacer de la educación un bien público, e involucrar a la juventud en su defensa. La Cumbre de Educación Transformadora, que será convocada por el Secretario General de la ONU en septiembre, unirá a líderes mundiales, a todos los socios educativos y a los jóvenes en torno a esta agenda y ambición común, una que resuena con el Pacto Mundial sobre Educación lanzado por el Papa Francisco https://bit.ly/3qpBOdi.

 

 

[1] Ver Zamagni, https://tinyurl.com/2p84jssn

[2] Ver M. Suárez-Orozco, https://tinyurl.com/2p9bf99y

[3] Ver Jha, https://tinyurl.com/2vvwn28c (1:20).

[4] Ver Stone & Stone, https://tinyurl.com/yckrezt4

[5] Ver Mpilenhle Pearl Sithole, https://tinyurl.com/593u85t4

[6] Ver Uniwn HJ, Hillis S, Cluver L, Flaxman S, Goldman P, Butchart A, Bachman G, Rawlings L, Donnelly C, Ratmann O, Green P, Nelson C, Blenkinsop A, Bhatt S, Desmond C, Villaveces A, Sherr L et al., 2022, More than 5,2 million children affected by global surges in COVID-associated orphanhood and caregiver death: a new evidence for national responses, The Lancet Child & Adolescent Health, http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.3971556.

Alexandra Blenkisonp, del Imperial College London y coautora del trabajo en The Lancet, señaló: “Ya sabíamos que las minorías se habían visto afectadas de manera desproporcionada por la mortalidad por el COVID-19. Sin embargo, nos sorprendió el grado en que estas desigualdades se magnificaron al observar a los niños que perdieron a sus cuidadores. Las minorías representan solo el 39% de la población de los EE. UU., por lo que encontrar que el 65% de los niños huérfanos pertenecían a un grupo minoritario racial o étnico es una de las disparidades más profundas que conocemos”.

[7] Datos de enero de 2020 a noviembre de 2021 sugieren que "más de 167.000 niños menores de 18 años perdieron a un padre o cuidador en el hogar a causa de la enfermedad por el COVID-19, según un informe de diciembre titulado “Dolor oculto” realizado por investigadores de la Universidad de Pensilvania, Nemours Children’s Health y COVID Collaborative. El informe encontró que los niños afroamericanos e hispano-americanos perdieron cuidadores a una tasa del más del doble que la de los niños blancos; mientras que los niños nativo-americanos, nativos de Alaska, Hawái e islas del Pacífico perdieron cuidadores a una tasa casi cuatro veces mayor que la de los niños blancos”.

[8] Ver Lipina, https://tinyurl.com/y35j4ayp (3:20); ver Beliz, https://tinyurl.com/3w5pnpfx

[9] Ver de Figueiredo CS, Sandre PC, Portugal LCL, Mázala-de-Oliveira T, da Silva Chagas L, Raony Í, et al., 2021, COVID-19 pandemic impact on children and adolescents’ mental health: Biological, environmental, and social factors. Progress in Neuro-Psychopharmacology and Biological Psychiatry, doi: 10.1016/j.pnpbp.2020.110171; Ver también Sethi, https://tinyurl.com/2p8uur8z (4:30).

[10] Ver Malkawi SH, Almhdawi K, Jaber AF, et al, 2021, COVID-19 Quarantine-Related Mental Health Symptoms and their Correlates among Mothers: A Cross Sectional Study. Maternal Child and Health Journal, https://doi.org/10.1007/s10995-020-03034-x.

[11] Ver Yeasmin S, Banik R, Hossain S, Hossain MN, Mahumud R, Salma N, & Hossain MM, 2020, Impact of COVID-19 pandemic on the mental health of children in Bangladesh: A cross-sectional study. Children and Youth Services Review. doi:10.1016/j.childyouth.2020.105277.

[12] Ver Imran N, Zeshan M, & Pervaiz Z, 2020, Mental health considerations for children & adolescents in COVID-19 Pandemic. Pakistan Journal of Medical Sciences, https://doi.org/10.12669/pjms.36.COVID19-S4.2759

[13] Ver Abdelrahman M, Al-Adwan D, & Hasan Y, 2021, Impact of Social Distancing on the Mental Health of Parents and Children in Qatar. International Journal of Mental Health Addiction, https://doi.org/10.1007/s11469-021-00555-6.

[14] Ver Li SH, Beames JR, Newby JM, et al., 2021, The impact of COVID-19 on the lives and mental health of Australian adolescents. European Children and Adolescent Psychiatry, https://doi.org/10.1007/s00787-021-01790-x.

[15] Ver Davico C, Ghiggia A, Marcotulli D, Ricci F, Amianto F, & Vitiello B, 2021, Psychological Impact of the COVID-19 Pandemic on Adults and Their Children in Italy, 2021, Frontiers in Psychiatry, doi:10.3389/fpsyt.2021.572997; Di Giorgio E, Di Riso D, Mioni G, et al., 2021, The interplay between mothers’ and children behavioral and psychological factors during COVID-19: an Italian study. European Children and Adolescent Psychiatry, https://doi.org/10.1007/s00787-020-01631-3; Vallejo-Slocker L, Fresneda J, & Vallejo MA, 2020, Psychological wellbeing of vulnerable children during the COVID-19 pandemic. Psicothema, https://doi.org/10.7334/psicothema2020.218; Orgilés et al. 2020; y Westrupp EM, Bennett C, Berkowitz T, et al., 2021, Child, parent, and family mental health and functioning in Australia during COVID-19: comparison to pre-pandemic data. European Children and Adolescent Psychiatry European Children and Adolescent Psychiatry, https://doi.org/10.1007/s00787-021-01861-z.

[16] Ver Schmidt SJ, Barblan LP, Lory I, & Landolt MA, 2021, Age-related effects of the COVID-19 pandemic on mental health of children and adolescents. European Journal of Psychotraumatology, doi:10.1080/20008198.2021.1901407.

[17] Ver Magklara K, Lazaratou H, Barbouni A, Poulas K, Farsalinos K, & Group CGR, 2020, Impact of COVID-19 pandemic and lockdown measures on mental health of children and adolescents in Greece. medRxiv. doi:10.1101/2020.10.18.20214643.

[18] Ver O’Sullivan K, Clark S, McGrane A, Rock N, Burke L, Boyle N, Joksimovic N, & Marshall D, 2021, A Qualitative Study of Child and Adolescent Mental Health during the COVID-19 Pandemic in Ireland". International Journal of Environmental Research and Public Health, https://doi.org/10.3390/ijerph18031062.

[19] Ver Sithole, https://tinyurl.com/593u85t4

[20] Como señalan los académicos de la Fundación Carnegie para el Avance de la Enseñanza: “La pandemia por el COVID-19 hizo que las escuelas de todo el mundo recurrieran a las tecnologías digitales para seguir educando a millones de niños. Esta rápida innovación ha generado un gran entusiasmo sobre el potencial de las herramientas en red, para brindar a más niños acceso de bajo costo a oportunidades de aprendizaje que podrían ayudar a minimizar las desigualdades educativas existentes. Iniciativas ambiciosas para brindar poder de cómputo económico a quienes más lo necesitan han distribuido computadoras portátiles en red a niños en pueblos remotos y centros urbanos, con la esperanza de que la provisión de acceso al contenido y a herramientas modernas impulse el aprendizaje. Si bien estos experimentos han arrojado información importante, en gran medida no lograron generar una transformación significativa en la práctica educativa” (Gómez, LM, Biag M, & Imig DG, 2022, Improvement Science: The Social Glue that Helps Helpers Help? En Education: The Global Compact In A Time Of Crisis. Nueva York: Columbia University Press, https://bit.ly/3j7Rpva).

[21] Ver Reimers https://tinyurl.com/ykamzxc5 Ver también Kardefelt-Winther & Olsson, https://tinyurl.com/2p8kmf7e y Zollner, https://tinyurl.com/2vvwn28c (3:10)

[22] Barron, 2022, Education & Technology for Equity in Learning Opportunities. En Education: The Global Compact In A Time Of Crisis. Nueva York: Columbia University Press, https://bit.ly/3j7Rpva.

[23] Ver “Children in a Digital World – UNICEF, 2017” https://uni.cf/3khSwaT.

[24] Wolf M, 2022, The Future of Literacy in a Digital Culture: Reconciling the Promise and Perils in our ‘Hinge Moment. En Education: The Global Compact In A Time Of Crisis. Nueva York: Columbia University Press, https://bit.ly/3j7Rpva.

[25] Katzir T, 2022, The Feeling of Reading in a Changing World: From Neurons to Narratives. En Education: The Global Compact In A Time Of Crisis. Nueva York: Columbia University Press, https://bit.ly/3j7Rpva.

[26] Ver Sachs, , https://tinyurl.com/2vvwn28c (2:00) y Barber II, https://tinyurl.com/3ayswenr (1:14).

[27] “A partir de enero de 2022, el índice de precios de productos básicos agrícolas es un 25% más alto que su nivel de enero de 2021. Los precios del maíz y el trigo son un 20% y un 25% más altos, respectivamente, que sus niveles de enero de 2021. Millones sufren de hambre crónica, y regularmente no reciben suficiente comida para llevar una vida activahttps://www.fao.org/zhc/hunger-facts/en/.

[28] Ver Dryden-Peterson https://tinyurl.com/yme26jzm (3:05:40).

[29] Según la Organización Internacional para las Migraciones, las vulnerabilidades de los migrantes internacionales están “exacerbadas… con la pandemia por el COVID-19”. Los migrantes se han visto afectados por la pandemia de varias maneras: muchos han perdido su empleo en el país de destino y no han podido regresar a su hogar. Algunos de ellos terminaron en una condición irregular en los países de destino. Otros se han visto obligados a permanecer en alojamientos inadecuados, con medidas de seguridad limitadas contra el COVID-19. Las familias de los migrantes también han sufrido por la pérdida de las remesas que tanto necesitan. Los encuestados y entrevistados destacaron la difícil situación, en particular, de los trabajadores domésticos migrantes que han sido confinados en hogares privados y explotados por empleadores abusivos. https://bit.ly/3spMPvp

[30] Ver Waters, https://tinyurl.com/258t5vtr

[31] Los padres inmigrantes tienen más probabilidades de enfermarse, ser hospitalizados y morir por el COVID-19, lo que ha provocado que muchos niños pierdan a un padre o abuelo, y que algunos queden huérfanos a causa del virus. Los trabajadores inmigrantes de bajos salarios perdieron su empleo e ingresos como resultado del impacto económico, dejando a las familias hambrientas y en riesgo de desalojo. En los Estados Unidos, en diciembre de 2020 el 41% informó inseguridad alimentaria en el último año. La ayuda del gobierno negó específicamente los beneficios a las familias en las que algún miembro era un inmigrante indocumentado, lo que se sumó al sufrimiento de estas familias por las otras causas.

[32] A lo largo de la historia, se ha culpado a “extranjeros” de las epidemias, y esto también ha caracterizado a la epidemia por el COVID-19. https://bit.ly/3pFgkc9. Políticos sin escrúpulos explotaron el miedo de la gente al virus y culparon a los chinos o a inmigrantes latinos, lo que llevó a crímenes de odio y prejuicios dirigidos hacia los inmigrantes y sus hijos.

[33] Farley también habló de las conexiones entre la extracción de recursos, la prostitución, la pobreza y el cambio climático. Aunque la extracción de recursos y la prostitución se han considerado fenómenos separados, las pruebas demuestran que son daños relacionados que dan lugar a múltiples violaciones de los derechos humanos de las mujeres. El negocio de la extracción de recursos y el negocio de la explotación sexual (prostitución) afectan negativamente a la vida de las mujeres, especialmente a las pobres, marginadas étnica o racialmente y a las jóvenes. Farley habló de las asociaciones entre la prostitución y el cambio climático, por un lado, y la pobreza, la falta de elección y la apariencia de consentimiento, por otro. Varias convenciones de derechos humanos son relevantes para la mitigación de estos daños, incluidas las convenciones contra la esclavitud y las convenciones sobre los derechos sexuales de las mujeres. Farley, https://tinyurl.com/yc7jf3vp. Ver, Al-Hashimi, M., Fukurai, H., Marchand, A., Singh, S., Ryser, R., Farley, M., Rogers, D., Delfanti, L. (2022) Nations’ Land Rights vs. Corporate Exploitation. Fourth World Journal 21(2): 1-20. Olympia: Centro de Estudios Indígenas del Mundo; Farley, M. (2022) Exploiting Indigenous Peoples: prostitution, poverty, climate change, and human rights. Fourth World Journal 21(2): 117-123. Olympia: Centro de Estudios Indígenas del Mundo; Farley, M. (2021). Making the connections: resource extraction, prostitution, poverty, climate change, and human rights. The International Journal of Human Rights, 1-24. https://prostitutionresearch.com/making-the-connections-resource-extraction-prostitution-poverty-climate-change-and-human-rights-2/; Farley, M. (2020) Prostitution, the Sex Trade, and the COVID-19 Pandemic.

[34] Ver Farley, https://tinyurl.com/yc7jf3vp

[35] Ver Yousafzai, https://tinyurl.com/2vvwn28c (55:00); Black MM, Walker SP, Fernald LC, Andersen CT, DiGirolamo AM, Lu C, McCoy DC, Fink G, Shawar YR, Shiffman J, & Devercelli AE, 2017, Early childhood development coming of age: science through the life course. The Lancet, https://doi.org/10.1016/S0140-6736(16)31389-7.

[36] Ver McCoy DC, Cuartas J, Behrman J, Cappa C, Heymann J, López Bóo F, Lu C, Raikes A, Richter L, Stein A, & Fink G, 2021, Global estimates of the implications of COVID‐19‐related preprimary school closures for children’s instructional access, development, learning, and economic wellbeing. Child Development, https://doi.org/10.1111/cdev.13658.

[37] Ver Moya A, Serneels P, Desrosiers A, Reyes V, Torres MJ, & Lieberman A, 2021, The COVID-19 pandemic and maternal mental health in a fragile and conflict-affected setting in Tumaco, Colombia: a cohort study. The Lancet Global Health, https://doi.org/10.1016/S2214-109X(21)00217-5; Cuartas J, 2020, Heightened risk of child maltreatment amid the COVID-19 pandemic can exacerbate mental health problems for the next generation. Psychological Trauma: Theory, Research, Practice, and Policy, DOI: 10.1037/tra0000597.

[38] Ver McCartney & Fenlason, https://tinyurl.com/2vvwn28c (3:36:50). Ver también Caffo, https://tinyurl.com/yme26jzm (1:09).

[39] Ver Caffo, https://tinyurl.com/yme26jzm

[40] Ver Yousafzai, https://tinyurl.com/2vvwn28c (55:00).

[41] Ver Giannini, https://tinyurl.com/yme26jzm (2:42:41).

[42] Ver DeGoia, https://tinyurl.com/3ayswenr (57:16).

[43] Ver Gamoran, https://tinyurl.com/3ayswenr (3:50).

[44] Ver Stone & Stone, https://tinyurl.com/yckrezt4

[45] Ver Barber II, https://tinyurl.com/3ayswenr (1:14).

[46] Ver Dryden-Peterson, https://tinyurl.com/yme26jzm (3:05:40).

[47] Ver Giannini, https://tinyurl.com/yme26jzm (2:42:41).

 

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