Declaración final sobre Verdad y posverdad en la comunicación, los medios y la sociedad

2021
Statement
14 de septiembre

Declaración final sobre Verdad y posverdad en la comunicación, los medios y la sociedad

Declaración final sobre Verdad y posverdad en la comunicación, los medios y la sociedad

La subordinación intencionada de la realidad y la negación generalizada de la ciencia tienen raíces económicas en la "dictadura del dinero" (Papa Francisco) y en la creciente desigualdad entre los súper ricos y el resto de la población humana del planeta. Esto tiene raíces políticas en la explotación y el poder, y raíces culturales en un relativismo ideológico en el que los hechos y su representación se están convirtiendo en algo secundario frente a las emociones y las preferencias personales.

En todo el mundo, la destrucción de la verdad a la que estamos asistiendo no es un hecho abstracto o benigno; está calculada, hecha a propósito y a menudo con fines de lucro. En el centro de este proceso se encuentra una erosión intencionada de la confianza social. Y sin confianza resulta difícil ponerse de acuerdo sobre una comprensión compartida de la realidad, necesaria para una vida humana, social y política diversa y floreciente.

En ámbitos como el cambio climático, los resultados de las elecciones o las vacunas, la búsqueda de la verdad y la expresión de la verdad parecen haberse convertido en una misión imposible. El camino hacia la integridad de los hechos, la fidelidad a la lógica y los principios basados en la evidencia son cada vez más difíciles de recorrer. Como académicos, nos preocupa el ataque frontal a la base misma de la universidad moderna: la búsqueda de verdades. Hay verdades difíciles, como las especulativas; hay verdades frágiles, como las fácticas; y hay verdades exigentes, como las prácticas.

Creemos que sólo el respeto a la verdad nos hace libres y capaces de construir una sociedad que respete la dignidad del ser humano. La verdad es la adecuación de nuestra mente y la realidad (Veritas est adaequatio rei et intellectus), tanto factual como metafísica o trascendental. Todos los campos, desde las ciencias médicas y planetarias hasta las ciencias sociales y las humanidades, se basan en reglas y prácticas consensuadas necesarias para la búsqueda de la verdad

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La subordinación intencionada de la realidad y la negación generalizada de la ciencia tienen raíces económicas en la "dictadura del dinero" (Papa Francisco) y en la creciente desigualdad entre los súper ricos y el resto de la población humana del planeta. Esto tiene raíces políticas en la explotación y el poder, y raíces culturales en un relativismo ideológico en el que los hechos y su representación se están convirtiendo en algo secundario frente a las emociones y las preferencias personales.

En todo el mundo, la destrucción de la verdad a la que estamos asistiendo no es un hecho abstracto o benigno; está calculada, hecha a propósito y a menudo con fines de lucro. En el centro de este proceso se encuentra una erosión intencionada de la confianza social. Y sin confianza resulta difícil ponerse de acuerdo sobre una comprensión compartida de la realidad, necesaria para una vida humana, social y política diversa y floreciente.

En ámbitos como el cambio climático, los resultados de las elecciones o las vacunas, la búsqueda de la verdad y la expresión de la verdad parecen haberse convertido en una misión imposible. El camino hacia la integridad de los hechos, la fidelidad a la lógica y los principios basados en la evidencia son cada vez más difíciles de recorrer. Como académicos, nos preocupa el ataque frontal a la base misma de la universidad moderna: la búsqueda de verdades. Hay verdades difíciles, como las especulativas; hay verdades frágiles, como las fácticas; y hay verdades exigentes, como las prácticas.

Creemos que sólo el respeto a la verdad nos hace libres y capaces de construir una sociedad que respete la dignidad del ser humano. La verdad es la adecuación de nuestra mente y la realidad (Veritas est adaequatio rei et intellectus), tanto factual como metafísica o trascendental. Todos los campos, desde las ciencias médicas y planetarias hasta las ciencias sociales y las humanidades, se basan en reglas y prácticas consensuadas necesarias para la búsqueda de la verdad que favorecen el desacuerdo virtuoso, la argumentación, el conflicto y la apertura continua a nuevas pruebas.

Líderes políticos y empresariales sin escrúpulos, así como figuras públicas influyentes, se aprovechan de la incertidumbre inherente a la búsqueda de la verdad y se dedican a la extorsión moral para engañar a la gente común y denigrar los caminos hacia la verdad. Cuentan con la ayuda y la complicidad de medios de comunicación no fiables y plataformas de redes sociales que difunden desinformación, impulsados por algoritmos que explotan la economía de la atención y sacan provecho de la desconfianza social en lugar del bien común.

El deseo humano de la verdad es más que un deseo de hechos objetivos. Implica la búsqueda del sentido humano y la unión de la sabiduría antigua de la filosofía y las tradiciones religiosas con la ciencia y la razón. El rechazo y la subordinación de la realidad no se corresponden y son antinaturales para el desarrollo humano y la forma en que, incluso cuando somos bebés, damos sentido a nuestras relaciones con el mundo exterior. De este modo, la subversión de la verdad atrofia el desarrollo humano integral.

Proponemos tres vías -que implican compromisos a escala individual y colectiva- para combatir el asalto a la verdad: (1) Educación y desarrollo ético, (2) Oposición a la dictadura del dinero, y (3) Medios de comunicación y datos para el bien común.

Educación y desarrollo ético

Todas las personas tienen derecho a buscar la verdad y a una educación ética y científica que cultive las capacidades de búsqueda de la verdad. La educación debe ser un aspecto fundamental para cualquier estrategia de lucha contra la difusión de la posverdad. Sin ella, nos limitamos a soluciones técnicas superficiales y a corto plazo.

Sólo la educación puede alimentar una cultura -la base sobre la que descansa todo lo demás- de búsqueda de la verdad, de razonamiento científico y de compromiso ético, necesaria para evitar que los individuos sean presa de la desinformación y del aprovechamiento de la mentira. Por lo tanto, debemos garantizar el acceso universal a una sólida educación científica, humanista y ética, crítica, empezando desde la infancia.

Las investigaciones sugieren que la enseñanza y el aprendizaje basados en proyectos, cuidadosamente estructurados y prácticos, ofrecen a los niños y a los adultos jóvenes herramientas para el descubrimiento, el compromiso cognitivo y la pertenencia social.  Por lo tanto, apoyamos firmemente la educación que aporta una seriedad renovada a la búsqueda de la verdad y construye la sabiduría y el carácter, signo de una democracia sana y floreciente.

Fuera de las escuelas y de los entornos profesionales, los medios de comunicación pueden contribuir de forma productiva a la democracia abriendo los ojos a la evidencia y a la realidad, especialmente a las experiencias vividas por aquellos que se encuentran en los márgenes de la sociedad y que a menudo son ignorados. Pero el papel educativo de los medios de comunicación y su compromiso de informar sobre los hechos ha dado paso, en parte, a una cultura informativa de la posverdad que utiliza sus poderes de control y encuadre para distorsionar la realidad con fines lucrativos o para complacer los temores de la audiencia. El resultado es que la responsabilidad, la equidad y la cohesión social se resienten.

Además, las tendencias de la información sobre el cambio climático y las vacunas han revelado un peligroso analfabetismo de dos tipos. En primer lugar, el analfabetismo científico, por el que los periodistas no tienen la formación adecuada para informar sobre determinadas áreas científicas complejas y se basan en fuentes poco fiables, especialmente en lo que respecta al papel de la incertidumbre y el consenso en el método científico. En segundo lugar, el analfabetismo ético, una visión reduccionista de la persona humana, por la que los reporteros ignoran cuestiones antropológicas y trascendentales más profundas que han sido investigadas a lo largo de los milenios por diversos filósofos y teólogos.

Para reducir estos dos tipos de analfabetismo, pedimos un mayor diálogo público entre la fe y la razón. Por un lado, debemos cultivar un mayor respeto por el proceso científico entre las tradiciones religiosas y sus líderes, cuyas voces están a menudo ausentes en las noticias, en parte debido al analfabetismo científico de algunos líderes religiosos y su escepticismo equivocado sobre la compatibilidad de la fe y la razón. Por otro lado, debemos cultivar más el respeto por las ideas positivas derivadas de la religión entre algunos que implícita o explícitamente intentan empezar de cero, como una especie de reinicio que no tiene en cuenta la historia.

Nuestra sociedad pluralista depende del diálogo de buena fe y de la empatía en torno a cuestiones de ciencia, razón y religión. La mejora del diálogo fomentará la confianza social y creará condiciones más fértiles para decir la verdad.

Oponerse a la dictadura del dinero

Los intereses comerciales a menudo monetizan la cultura de la posverdad, sacando provecho de la desinformación, la hipérbole, el extremismo y la discordia política. Los conglomerados de las redes sociales, conscientes del daño causado por sus plataformas, siguen sacando provecho de la economía de la atención con algoritmos destructivos.

Defendemos dos vías para empezar a resistir esta dictadura del dinero. En primer lugar, dar voz a los sin voz y promover la confianza social a través de la institución de la democracia deliberativa. Dada la escala y la complejidad de las políticas modernas, que requieren una división del trabajo cognitivo, incluso los ciudadanos más atentos tienen dificultades para participar con conocimiento de causa en la mayoría de las decisiones colectivas que les afectan. Por lo tanto, el público suele recurrir a la heurística, en la que los ciudadanos confían en que otros tomen decisiones en su nombre. Las democracias modernas han confiado durante mucho tiempo en este tipo de fideicomisos. Sin embargo, el apoyo institucional a la democracia dirigida por los ciudadanos es a menudo débil o inexistente, y los malos actores y los algoritmos de las plataformas aprovechan este vacío.

Una vertiente prometedora de la democracia deliberativa es el "minipúblico", en el que ciudadanos seleccionados al azar se reúnen en un debate facilitado, con buena información y normas de procedimiento que promueven la escucha y el respeto en el proceso de deliberación y toma de decisiones. En estos minipúblicos, las patologías asociadas a la posconfianza están ausentes o, al menos, se reducen. Los minipúblicos deliberativos pueden servir como apoderados de la información de confianza que ayudan a los ciudadanos a tomar decisiones informadas y a reducir la influencia de los malos actores y de los algoritmos de las plataformas diseñados para contaminar su entorno informativo.

En segundo lugar, pedimos una infusión de energía moral, voluntad política y defensa para desafiar directamente las mentiras -de comisión y omisión- perpetradas por los intereses comerciales transnacionales. En los últimos años, los jóvenes de todo el mundo se han movilizado para oponerse a las mentiras con fines de lucro de las empresas transnacionales y sus aliados políticos que obstruyen y retrasan la acción para combatir el cambio climático y proteger la tierra, nuestro hogar común. Debemos ver cada vez más estas conexiones entre la cultura de la posverdad, los poderosos intereses especiales y los desafíos medioambientales.

También debemos desafiar las "falsas verdades" arraigadas en nuestra cultura, especialmente las que sostienen la dictadura del dinero y lo que el Papa Francisco describe como un exceso de confianza en el "dogma de la fe neoliberal" y en las "teorías mágicas del 'derrame' o del 'goteo'." La meritocracia no es más que un ejemplo de "falsa verdad", por la que a veces se culpa a las víctimas de este dogma de su pobreza o de sus aparentes fracasos. Atribuir la culpa a los individuos nos permite lavarnos las manos de políticas e ideologías más amplias que favorecen la especulación financiera y los beneficios rápidos a costa de muchos.

Además de mejorar las políticas sociales "de arriba abajo", también pedimos que los movimientos populares desafíen las mentiras endémicas de nuestra cultura y economía. Dichos movimientos, impregnados de celo moral por el bien común y un futuro más digno, deben ser impulsados desde abajo, dando voz a los marginados y privados de derechos: los pobres, los desempleados, los inmigrantes, los pueblos minoritarios, los trabajadores temporales y otros que han sido culpados y excluidos por la moderna dictadura del dinero.

Medios y datos para el bien común

El periodismo, y las noticias locales en particular, pueden actuar como el sistema inmunológico de una democracia, promoviendo la cohesión social y una ciudadanía informada. La diezma de las noticias locales en Estados Unidos, por ejemplo, durante las últimas décadas ha demostrado que cuando una ciudad pierde su periódico local, aumentan los impuestos y la corrupción gubernamental, se presentan menos candidatos a cargos políticos y disminuye la participación electoral, y la polarización empeora. La mejora de la equidad informativa, incluida la inversión en redes de noticias locales sólidas que se basen en modelos de negocio sostenibles, es una estrategia clave para mitigar los impactos de un mundo de posverdad e inocular la creencia de información falsa.

Las redes sociales, tal y como funcionan hoy en día, socavan la búsqueda de la verdad y la expresión de la misma, y sus plataformas premian el extremismo y la validación superficial en lugar de la moderación y el diálogo. Además, sus modelos de negocio se basan en la mercantilización de los datos personales extraídos de sus propios consumidores y traficados a poderosos intereses económicos.

La nueva legislación debe promover una infraestructura pública digital para hacer frente a los factores subyacentes que corrompen el entorno de la información en línea, como las prácticas anticompetitivas, los modelos de negocio basados en la publicidad y la concentración de poder.  Es necesario aumentar la propiedad pública de los datos privatizados y legislar la portabilidad de los datos y la interoperabilidad para contrarrestar la acumulación de poder del mercado. Al mismo tiempo, se necesita un sistema sólido de supervisión y responsabilidad para comprender la influencia de los algoritmos y la inteligencia artificial en el entorno de la información.

También es fundamental que los investigadores científicos tengan acceso abierto a los datos de las redes sociales. En la actualidad, estos datos están ocultos, aparentemente para proteger la privacidad de los usuarios, pero también para proteger el modelo de negocio de las plataformas. Pero si se sacan a la luz, los investigadores pueden mejorar drásticamente nuestra comprensión de la maquinaria interna de estas plataformas y diagnosticar mejor los problemas potencialmente perjudiciales. El público tiene derecho a una auditoría pública de los algoritmos que desempeñan un papel tan importante en la configuración de su dieta informativa. Esta investigación puede apoyar la construcción de nuevos algoritmos para promover el diálogo, la pro-socialidad y la representación basada en la evidencia. El acceso a los datos también mejoraría la investigación sobre las tácticas y herramientas de quienes difunden intencionadamente mentiras y desinformación, junto con posibles intervenciones cognitivas para desacreditar e inocular al público contra el engaño en línea.

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