En la senda lascasiana

Raúl Eugenio Zaffaroni | Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires, Argentina

En la senda lascasiana

Francisco señaló que no hay dos crisis en el mundo, una social y otra ambiental, sino una única socio-ambiental, y también sostuvo que esto no se sostiene.[1] Es poco cuestionable que con el pronombre esto se refiera a los efectos de la actual variable del capitalismo. Otros sostienen que son efectos de todo el capitalismo, pero lo curioso es que quienes los atribuyen a todo el capitalismo no dejan de celebrarlo, pues consideran que los cientos de millones de humanos genocidados en el mundo en los últimos quinientos años son simples e inevitables efectos colaterales.

Para esas otras voces, el capitalismo debería desarrollarse mundialmente hasta llevarnos al paraíso, sin escalas según los deformadores del pensamiento de Adam Smith,[2] o con una previa escala revolucionaria provocada por sus contradicciones internas, según los marxistas. Los primeros llaman al colonialismo subdesarrollo y lo atribuyen a que no entregamos por completo las riquezas de nuestro Sur a los intereses coloniales del Norte;[3] desde la vertiente con escala revolucionaria se afirma que el colonialismo es un producto del capitalismo.

Para quienes miramos al mundo desde el Sur, las cosas parecen diferentes. En cuanto a la idolatría del mercado – que postula el Norte sin respetarla[4] – nos parece evidente que aparejó la crisis socio-ambiental. Pero a diferencia de quienes esperan la escala revolucionaria, tampoco creemos que el colonialismo fue alumbrado por el capitalismo, puesto que, al menos, la historia de su eclosión europea y mundial indica que el capitalismo se pudo desarrollar merced al colonialismo.

En efecto: sin el oro, la plata y las materias primas que el colonialismo originario robó a nuestra América, la frágil Europa del siglo XV, acorralada por los islámicos y diezmada por la peste,[5] que buscaba restablecer su ruta al oriente con Colón y Vasco da Gama, no hubiese podido empoderarse para emprender el neocolonialismo y extender sus genocidios a todos los continentes.

La estructura colonizante fuertemente jerarquizada de la sociedad ibérica,[6] debida a su previa colonización secular del Al-Ándalus,[7] le permitió́ tomar la delantera en la colonización originaria de nuestra América, causar la muerte de unos setenta millones de indios[8] y esclavizar a más de veinte millones de africanos.[9] Pero esa misma estructura fosilizada le impidió generar una burguesía,[10] que surgió en el centro y norte europeos, proveedor de las manufacturas que los ibéricos compraban con los medios de pago robados a mano armada en nuestra América.

Cuando el imperio ibérico se derrumbó debido a su incapacidad para adaptarse a la revolución industrial, las oligarquías de nuestra América eliminaron a los próceres de la independencia[11] y se erigieron en proconsulares del poder del colonialismo ya planetarizado en forma de neocolonialismo.[12]

La colonización originaria de nuestra América fue el primer crimen mundial, porque con ella apareció el mundo de relaciones humanas mundiales, es decir, como posibilidad real de relaciones entre todos los humanos, que antes no se conocían[13] y, por ende, se generó lo que ahora se denomina el sistema-mundo.[14] De este modo – como reacción a la agresión colonial – nació la idea de una protección también mundial al ser humano, o sea que el primer crimen colonialista mundial provocó, como discurso de resistencia, la idea de lo que hoy llamamos derechos humanos.

Cuando el Norte nos relata que esta idea la gestaron a fines del siglo XVIII los ideólogos de sus burguesías contra el absolutismo o para no pagar impuestos,[15] haciéndola descender luego al Sur en forma de civilización, no podemos menos que asombrarnos[16] ante el olvido de que esa idea tiene quinientos años, es cristiana y, entre quienes la enunciaron en nuestra América,[17] resalta la figura de Fray Bartolomé de las Casas[18] como primer teórico o ideólogo de los derechos humanos,[19] quien señaló como herejes a los encomenderos, ladrones y asesinos del siglo XVI.[20]

Las Casas no fue el autor de ninguna leyenda negra,[21] sino que sus respuestas a las Doce dudas que le plantearon los frailes Domingo de Santo Tomás y Bartolomé de la Vega, son un completo catálogo de derechos humanos, prescribiendo el respeto a la vida y la propiedad de los indios, la devolución de lo robado y también de sus templos, o sea, el respeto a sus religiones, pues los consideraba en error pero no herejes.[22] Se le reprocha no haber tenido la misma consideración con los africanos esclavizados, pero de esto se arrepintió rápidamente[23] y, en su testamento, vaticinó graves castigos divinos a los colonizadores.[24]

Ginés de Sepúlveda fue su mediocre contradictor en el debate de Valladolid, con el primer discurso orgánico justificante del colonialismo,[25] fundado en la superioridad de su propia cultura, de la que deducía como natural el derecho a matar y esclavizar a quienes no vivían como a él le gustaba.[26]

En los siglos siguientes se sucedieron discursos justificantes de los genocidios coloniales: primero con el Geist espectral del romanticismo idealista hegeliano,[27] siempre como superioridad cultural, pero luego como superioridad biológica por melanina, con el vulgar racismo spenceriano, conocido como darwinismo social.[28] Esta última racionalización, que rechazaba al hegelianismo por metafísico y se preciaba de científica y progresista,[29] fue hasta mediados del siglo pasado el paradigma[30] universitario en nuestras republicas oligárquicas (el porfiriato mexicano,[31] la oligarquía vacuna argentina,[32] la República Velha brasileña,[33] etc.)

Este discurso racista por melanina justificó todo el neocolonialismo que siguió al colonialismo originario y que extendió sus crímenes nacionalcolonialistas[34] a todo el planeta: se colonizó la India,[35] se repartieron África en Berlín,[36] llevaron la guerra del opio y a los boxers a China,[37] se aniquilaron a los hereros,[38] se redujeron al mínimo los indios en Norteamérica,[39] casi se extinguió la población originaria de Australia,[40] etc.

Los procónsules del neocolonialismo siguieran matando indios y negros en nuestras repúblicas oligárquicas,[41] que a desgano abolieran la esclavitud[42] y promovieron el genocidio del Paraguay – llamado guerra de la triple alianza[43] – la guerra del Pacífico[44] y en el siglo XX la guerra del Chaco.[45]

En tanto, el Norte nos mostró la guerra de secesión, la franco-prusiana, la batalla de Solferino,[46] la primera guerra de los Balcanes y luego, sus dos etapas de los treinta años de brutales guerras interimperiales. En la última, uno de los beligerantes aplicó los métodos practicados en el Sur, pero con una siniestra técnica sofisticada de producción de cadáveres. Su empleo entre pobres en melanina precipitó la Declaración Universal de 1948, que demoró casi treinta años en concretarse en tratados,[47] en tanto se crearon los sistemas regionales de derechos humanos.[48]

Pese a que la idea lascasiana se positivizó en el derecho internacional, el Norte protagonizó la guerra de Corea, las coloniales en Vietnam, Argelia, Afganistán e Irak, la segunda de los Balcanes y la actual europea. En el Sur se produjeron las numerosas e interminables guerras sangrientas en África[49] y, en algunos de nuestros países, se dispararon los homicidios y decenas de miles de desaparecidos.[50]

En el siglo XX habían surgido en nuestra América movimientos populares, contradictorios pero eficaces en cuanto a ampliación de la ciudadanía real que, al promediar el siglo, fueron interrumpidos violentamente.[51] Luego, del colonialismo francés en Indochina y Argelia[52] se trajo la llamada doctrina de la seguridad nacional,[53] para justificar 200.000 muertos en Guatemala, 80.000 en El Salvador, 30.000 en la Argentina, etc.[54] Ese ciclo se cerró hace décadas, poniendo fin al neocolonialismo en la región.

Sin perjuicio de los enclaves coloniales o con estatus colonial en nuestra América,[55] lo cierto es que el colonialismo actual asume las características de un tardocolonialismo más refinado, como corresponde a la llamada financiarización de la economía y al rápido desarrollo de la tecnología de comunicación.

Su dominación se ejerce mediante el endeudamiento de nuestros países,[56] para lo cual, sus monopolios mediáticos manipulan a la opinión y asumen la función de partidos políticos, promoviendo las candidaturas de procónsules endeudadores.

Esto apareja la cronicización del subdesarrollo, con su secuela de altos índices de muertes. En cuanto a homicidios, de los pocos más de veinte países de la ONU que superan los 20 x 100.000 anuales, diez y nueve son de nuestra América y el Caribe.[57] En un país de la región, esta es una de las principales causas de muerte en la faja joven de negros y mulatos.[58] A esas muertes deben sumarse las producidas por insuficientes campañas sanitarias y de vacunación,[59] la atención selectiva de la salud,[60] la inseguridad laboral y las víctimas de tránsito por inadecuación vial a los vehículos que impone el mercado. Si bien esto no es un genocidio clásico, la suma de todas esas muertes configura un genocidio por goteo en curso. No por azar estas cifras coinciden con la concentración de riqueza, pues nuestros coeficientes de Gini se hallan entre los más altos del mundo.[61]

En los últimos meses las muertes violentas vinculadas al tardocolonialismo, cuentan algunos cientos de muertos en las prisiones del Guayaquil, unos 70 en la represión del actual régimen peruano y aún no sabemos cuántos en la televisada política de campo de concentración para seguridad en El Salvador.

La creación mediática de realidad única, incompatible con democracias plurales, facilita ostensiblemente golpes de estado soft y no tan blandos.[62] De la conjunción de la concentración de medios con la perversión institucional de los poderes judiciales resulta el llamado lawfare, destinado a criminalizar a dirigentes populares y garantizar la impunidad de los endeudadores, al que en este ámbito se refirió́ críticamente Francisco hace cuatro años.

Es así́ como el tardocolonialismo incide en lo judicial, pues muchos de nuestros jueces integran poderes judiciales anómalos, manipulados por unos pocos jueces en posiciones claves, en tanto que la mayoría de ellos no participa en esos contubernios. Dejando a lado a la minoría pervertida, la pregunta clave es qué puede hacer la mayoría de los jueces ajenos a esas manipulaciones.

Ante todo, están limitados en su ejercicio jurisdiccional por (a) censura vertical de los pervertidos que ocupan las posiciones claves (lesión a la independencia interna). (b) En segundo término, son amenazados de linchamiento mediático al que se suman los políticos oportunistas[64] (lesión a la independencia externa). (c) En tercer lugar, su entrenamiento teórico suele ser frágil, porque no es raro que les facilite racionalizaciones por vía de una normativización esquizofrénica del mundo[65] que, al elevar la lógica a ontología,[66] impide incorporar los datos de la realidad social a la dogmática jurídica. (d) Por último, carecen de un entrenamiento que los prepare subjetiva y psicológicamente para resistir semejantes agresiones.

Suele afirmarse que al incorporar los datos de la realidad al discurso jurídico el doctrinario o el juez usurpa la función del poder legislativo, o bien, incurre en una apelación ideológica al derecho natural supralegal. Estos argumentos son inválidos, pues el respeto a la dignidad humana lo impone ahora el propio derecho positivo;[67] lo que en realidad se postula consiste – simplemente – en dar eficacia a las normas de máxima jerarquía vigentes,[68] cuidando que el legislador no usurpe la función del constituyente.

Así, una de las más evidentes usurpaciones constitucionales se verifica con que la mayoría de los presos de nuestra América, además de no ser condenados, es decir de hallarse en prisión preventiva,[69] están alojados en prisiones superpobladas y controladas internamente por bandas que, al competir entre ellas, generan motines, con decenas de decapitados y descuartizados, exhibidos por los medios hegemónicos como supuesta muestra del salvajismo que justifica la prisionización masiva.

Dado que estas penas y no penas[70] están prohibidas por todas las Constituciones, por la Convención Americana[71] y por el Pacto de Derechos Civiles y Políticos de la ONU,[72] en puridad jurídica debe concluirse que nuestros jueces son autores mediatos de privaciones de libertad ilícitas.[73]

Cabe preguntarse – en nuestro ser-aquí́ del sur – cómo hacer para que nuestros jueces puedan optar por la senda universal señalada hace medio milenio por Fray Bartolomé de las Casas y sus hermanos. Sin pretender una respuesta completa y menos definitiva, al menos es posible señalar algunas pautas elementales.

Ante todo, la academia debe hacerse cargo de la responsabilidad que parcialmente le incumbe y dejar de entrenar en racionalizaciones,[74] apoyadas en teorías del conocimiento que excluyen la realidad. La ciencia jurídica no puede negar que toda sentencia es un acto político – de gobierno de la polis – y todo acto de esa naturaleza que no tome en cuenta los datos de la realidad social, no pasará nunca de ser una alucinación.[75]

En segundo término, debe rechazarse el programa de eliminación de las materias no jurídicas (sociología, filosofía, historia, economía, politología) de los currículos universitarios,[76] pues esos conocimientos evitan que los jueces se conviertan en instrumentos inconscientes de los intereses colonialistas.

Quizá sería conveniente fomentar la creación de un observatorio jurídico que, sin pretensión de omnipotencia, (a) detecte los casos más graves de violaciones a los derechos humanos en nuestra América, donde se sospeche la incidencia del colonialismo y se esclarezcan los intereses que los determinan, (b) defienda a los jueces perseguidos por cúpulas, politicastros y medios monopólicos, (c) exhiba estos hechos al conocimiento público, (d) haga llegar sus conclusiones a los organismos internacionales competentes, (e) fomente y reclame a los Estados la mayor eficacia e imparcialidad de estos organismos, (f) aconseje las medidas de protección para las víctimas, (g) reclame el cese en caso de una actividad continuada, (h) procure las medidas de protección que se hallen disponibles (i) e impulse las normativas y medidas de derecho interno e internacional necesarias o convenientes para prevenir toda reiteración.

No se trataría de abarcar toda la conflictividad generada por el colonialismo en su actual etapa, sino de seleccionar casos en orden a su gravedad. Si bien la privación de la vida humana no es el único indicador de gravedad, sin lugar a dudas es el signo de su máxima intensidad. Los muertos no son la única verdad en esta materia, pero sí una verdad incontrastable. Menor dificultad presenta la ponderación de gravedad en las agresiones al medio ambiente, pues se dispone de pautas científicas indicadoras.

El debate de Valladolid es un hecho histórico que, como tal, asume ahora la forma de disputa por el discurso de los derechos humanos: los tardocolonialistas pretenden manipularlo para estigmatizar cualquier resistencia; por el contrario, sus víctimas lo esgrimen como instrumento de la lucha por el derecho.[77]

La primera variable pretende inutilizar el discurso jushumano como resistencia de sus víctimas. Aniquilado de este modo el derecho, solo restaría la violencia que, por desgracia, recae siempre sobre los más humildes. Es la fe en la fraternidad humana, en la razón y en el derecho, lo que nos impone decididamente la opción por la senda lascasiana.

 

  1. Carta Encíclica Laudato si’ del Santo Padre Francisco sobre el cuidado de la casa común, Bs. As., 2015.
  2. Es frecuente que se oculten partes enteras del pensamiento de Smith y, especialmente su tesis de los sentimientos morales (cfr. Víctor Méndez Baiges, El filósofo y el mercader. Filosofía, derecho y economía en la obra de Adam Smith, México, 2004).
  3. Así lo afirmaba uno de los evangelistas del autodenominado neoliberalismo: Ludwig von Mises, La mentalidad anticapitalista, Madrid, 1995(original de 1956). También allí sostuvo que se cometía el frecuente error de creer que alguien tiene algún derecho por el solo hecho de nacer, máxima síntesis de la negación de los derechos humanos (en certero sentido crítico, Franz Hinkelammert, Totalitarismo del mercado. El mercado capitalista como ser supremo, México, 2018).
  4. Es obvio que el Norte se vuelve proteccionista cuando quiere.
  5. Cfr. Enrique Dussel, Política de la liberación. Historia mundial y crítica, Madrid, 2007.
  6. Esta estructura colonizante asumía la forma de un ejército, en que el pater familiae desempeña el papel de los sargentos y cabos. Si bien el patriarcado era común a toda Europa, el colonialismo ibérico lo reforzó y lo trajo a nuestra América, donde le sumó el racismo, inventado para jerarquizar a nuestras sociedades ya colonizadas. El patriarcado fue un presupuesto del colonialismo y el racismo un instrumento para su práctica y continuidad in situ.
  7. V. Felipe Maillo Salgado, ¿Porqué desapareció́ al-Ándalus?, Buenos Aires, 1998.
  8. No solo por explotación, sino también por las infecciones debidas a la carencia de anticuerpos de nuestros indios contra las epizootias, pues no habían tenido contacto con los animales europeos. En cuanto a la magnitud del crimen, entre muchos, David Day, Conquista. Una nueva historia del mundo moderno, Barcelona, 2006; Pierre Duviols, La destrucción de las religiones andinas (durante la con-quista y la colonia), México, 1977; Antonio Espino López, La conquista de América. Una revisión crítica, Barcelona, 2013; Tzvetan Todorov, La conquista de América. El problema del otro, México, 2009; Linda Newson, El costo de la conquista, Tegucigalpa, 2009.
  9. V. Serbal/Unesco, La trata negrera del siglo XV al XIX, Barcelona, 1981; Catherine Coquery-Vidrovitch y Éric Mesnard, Ser esclavo en África y América entre los siglos XV y XIX, Madrid, 2013; Hugh Thomas, La trata de esclavos. Historia del tráfico de seres humanos de 1440 a 1870, Barcelona, 1998; Laurentino Gomes, Escravidão, Rio de Janeiro, 2022. Este fue el primer crimen europeo contra África, cometido sin penetrar en el continente; el segundo lo cometieron en el siglo XIX, cuando perdieron el temor a las enfermedades y se repartieron sus zonas de expoliación.
  10. La expulsión de los moros y en especial de los judíos fue el triunfo de la nobleza sobre la incipiente burguesía, seguido por la inquisición española, dedicada fundamentalmente a la persecución de conversos, o sea de los restos de esa burguesía (cfr. Martin Walker, Historia de la Inquisición Española, Madrid, 2001; Henry Kamen, La Inquisición Española, Una revisión crítica, Barcelona, 1999).
  11. Se atentó contra la vida de Bolívar, Sucre y Monteagudo fueron asesinados, San Martín marchó al exilio en Francia.
  12. Nuestros próceres de la independencia lideraron ejércitos multiétnicos, eran igualitarios, pero las oligarquías ratificaron el racismo, el patriarcado y el esclavismo, es decir, no alteraron sustancialmente la jerarquización social del colonialismo originario.
  13. Recordemos que el derecho, fundamentalmente, se ocupa de regular relaciones humanas: no se pudo pensar en un derecho realmente mundial hasta la mundialización de esas relaciones.
  14. V. I. M. Wallerstein, Comprendere il mondo. Introduzione all’analisi dei sistemi-mondo, Trieste, 2006.
  15. Factor precipitante de la Revolución norteamericana, a diferencia de la francesa.
  16. Esto no significa desvalorar el pensamiento iluminista y de los primeros liberales políticos, del que se apoderaron los próceres de nuestras intendencias para llevar adelante su empresa, pero lo que es inaceptable es pretender que alguna vez hayan tomado en cuenta a los colonizados y esclavizados del Sur y menos todavía que el Norte los haya tratado como iguales.
  17. Tempranamente, hacia 1511, pueden mencionarse los nombres de Antonio de Montesino, Pedro de Córdoba, Bernardo de Santo Domingo, invocando el derecho común de todas las gentes. V. la abundante y actualizada bibliografía que sintetiza Alberto Filippi, Constituciones, dictaduras y democracias, Buenos Aires, 2015, pp. 64 y ss.
  18. V.M. Bataillon – A. Saint-Lu, El padre Las Casas y la defensa de los indios, Barcelona, 1976.
  19. Al respecto, Alberto Filippi, op. cit.
  20. Recordemos su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, publicada en Sevilla en 1552. V. sus Obras completas, Madrid, 1990.
  21. Contra esta versión, lo reivindicaban en el siglo XIX los liberales españoles, como el poeta y ensayista Quintana (1772-1857) (v. Manuel José Quintana, Fray Bartolomé de las Casas, Buenos Aires, 1943).
  22. Sus denuncias coinciden con el singular documento testimonial del siglo siguiente de Felipe Guamán Poma de Ayala, El primer nueva crónica y buen gobierno, México, 1980; sobre este documento, con detalle, Alberto Filippi, op. cit.
  23. Cfr. Ignacio Pérez Fernández, Fray Bartolomé de las Casas. De defensor de los indios a defensor de los negros, Salamanca, 1995. Tampoco había conocido muchos africanos y, además, el mayor número de esclavizados por la trata negrera fue después de doscientos años de la muerte de las Casas, es decir, en el siglo XVIII, llamado “siglo de las luces” por los europeos que ahora pretenden haber inventado la idea de derechos humanos.
  24. Por cierto, se cumplieron más de dos siglos después con la quiebra del imperio ibérico.
  25. J. Ginés de Sepúlveda, Tratado de las justas causas de la guerra contra los indios, México, 1941.
  26. Si bien llamaba a esto derecho natural, cabe advertir que, como es más que obvio, ni San Agustín ni Santo Tomás pudieron conocer las atrocidades del colonialismo de nuestra América que Sepúlveda justificaba. Cabe observar que es bastante común que se cite al pobre San Agustín para legitimar cualquier atrocidad en los casi dos milenios posteriores, con los que nada tuvo que ver el Obispo de Hipona.
  27. V. Georg Wilhelm Friedrich Hegel, en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia universal (Madrid, 1980) hace desaparecer a nuestros indios y excluye a los negros como aún no entrados en la humanidad. El nivel de elaboración de las antropologías filosóficas legitimantes del colonialismo fue mediocre con Ginés de Sepúlveda, alcanzó fineza con Hegel y luego fue decayendo progresivamente con el racismo melanínico, con el nebuloso hombre occidental y cristiano de la seguridad nacional y ahora más con el homo economicus.
  28. Darwin fue un científico, pero el diletante británico que inventó el discurso colonialista catastrofista y del más rastrero biologismo racista fue en realidad Herbert Spencer (sobre esto es terminante Marvin Harris, El desarrollo de la teoría antropológica. Historia de las teorías de la cultura, Madrid, 1983).
  29. Su progresismo no tenía otro fundamento que su anticlericalismo, ironizado en años recientes con la afirmación de que entre el padre médico y ateo y la madre católica, no habría conflicto en la educación de los hijos, pues para lo que para la última era pecado para el primero era antihigiénico (cfr. José Pedro Barran, Historia de la sensibilidad en el Uruguay, Montevideo, 1990).
  30. Entendido como marco dentro del cual operan todas las ideologías de una época (cfr. Thomas Kuhn, The structure of scientific revolutions, Chicago, University of Chicago Press, 1970).
  31. Sus ideólogos se llamaron el grupo de los científicos (v. Leopoldo Zea, El positivismo en México, México, 1945; José C. Valadés, El porfirismo. Historia de un régimen, México, 1987).
  32. Se denomina de ese modo al modelo de país agroexportador en particular su último período (1930-1943), conocido como la década infame, que siguió al golpe que derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen.
  33. La República Velha fue el período político de Brasil que comenzó al finalizar el imperio en 1889, con una serie de presidentes militares y civiles, finalizado con la Revolución de Vargas en 1930. Su afiliación al positivismo de Comte llegó al punto de consagrar el lema de la bandera nacional.
  34. Entraron en la disputa de posibles colonias países que no habían participado del colonialismo originario como Bélgica, Italia y Alemania.
  35. Entre pestes y hambre pueden contarse más de quince millones de víctimas (v. Mike Davis, Late Victorian Holocausts: El Niño Famines and the Making of the Third World, 2017).
  36. V. Roberto Ceamanos, El reparto de África, Madrid, 2016. Los posteriores crímenes en África son espantosos (entre muchos, v. Pierre Bertaux, Caracteres y efectos generales de la colonización en África, Madrid, 1972; Marc Ferro (dir.), El libro negro del colonialismo. Siglos XVI al XXI: del exterminio al arrepentimiento, Madrid, 2005; Anna Maria Gentili, El león y el cazador. Historia del África subsahariana, Buenos Aires, 2012; Martin Meredith, O destino da África. Cinco mil anos de riquezas, ganância e desafios, Río de Janeiro, 2017; Walter Rodney, De cómo Europa subdesarrolló a África, México, 1982; sobre las atrocidades de la empresa de Leopoldo II en el Congo, más de dos millones de muertos y mutilaciones incluso de niños, Adam Hochschild, El fantasma del rey Leopoldo, Barcelona, 1998).
  37. V. John King Fairbank, Storia della Cina contemporanea, Milán, 1988.
  38. V. Enzo Traverso, La violenza nazista. Una genealogia, Bolonia, 2002.
  39. Se trató de un verdadero genocidio. Es interesante observar que a veces se cuenta esta historia para minimizar al de la colonización ibérica, o sea, una verdadera disputa para ver qué genocidio fue menor, como si por eso fuese justificado.
  40. Apenas en 1972 se concedió el derecho al voto a los pocos originarios sobrevivientes. El secuestro de niños para internarlos y culturizarlos fue legalizado por el Commonwealth Británico en 1951.
  41. V. Osvaldo Bayer (coord.), Historia de la crueldad argentina. Julio A. Rocay el genocidio de los Pueblos Originarios, Buenos Aires, 2010; Roger Casement, Libro Azul Británico. Informes de Roger Casement y otras cartas sobre las atrocidades en el Putumayo, Introducción de Alberto Chirif, trad. de L. E. Belaunde, Lima, 2011; Euclides da Os Sertões. Campanha de Canudos, Río de Janeiro,1902; en Perú los crímenes de Parra; en Chile los de Saavedra.
  42. En 1888 en Brasil y en Cuba.
  43. V. José María Rosa, La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, Buenos Aires, 1985; Julio José Chiavenato, Genocidio americano. La guerra del Paraguay, Buenos Aires, 1984.
  44. El claro interés inglés en esta guerra (1879-1883) era el nitrato, enfrentó a Chile que respondía a esos intereses con los de Perú y Bolivia, inclinados por los franceses.
  45. Resultado del descubrimiento de petróleo por la Standard Oil en Santa Cruz de la Sierra.
  46. Los miles de mutilados abandonados moribundos en esa batalla que liberó el norte de Italia de los austríacos fue determinante de la acción de Dunant y del nacimiento del derecho de La Haya o derecho internacional humanitario. Los muertos del Sur, hasta ese momento, no habían conmovido a los europeos.
  47. La Declaración Universal de 1948 no fue un tratado, tuvo en su momento el valor de una manifestación de buena voluntad sin poder normativo en el derecho internacional. Los dos grandes Pactos que configuran el sistema mundial de la ONU y la incorporación de la Declaración a la Carta de ese organismo demoraron casi tres décadas.
  48. El europeo y luego el americano, el africano es más reciente (Cfr. Manfred Nowak, Introducción al régimen internacional de los Derechos Humanos, Buenos Aires, 2009.
  49. Entre otras, las guerras del Congo y la represión en Kenia.
  50. Los casos más dramáticos son los de México, agredido con el reparto de tareas del tráfico de cocaína, consumida en el Norte, donde queda su mayor renta, y con los muertos al Sur del Rio Bravo, como también el de Colombia.
  51. La invasión a Guatemala para imponer la dictadura de Castillo Armas, el forzado suicidio de Vargas en Brasil, el bombardeo a la Plaza de Mayo en la Argentina y la posterior dictadura de 1955, la era de los licenciados en México, el cambio del MNR boliviano, la invasión a la República Dominicana, etc.
  52. Cfr. Marie-Monique Robin, Escuadrones de la muerte, La escuela francesa, Bs. As., 2005. Su mejor teórico sintetizador fue Carl Schmitt en su Theorie des Partisanen. Zwischenbemerkung zum Begriff des Politischen (trad. castellana: El concepto de lo político, México, 1985). La obcecación colonialista de los franceses casi les lleva a destartalar su economía, proceso revertido oportunamente por De Gaulle.
  53. En sentido crítico el párrafo 314 del Documento de Puebla, 1979, que la condena como una visión estatista del ser humano. La versión difundida en nuestra América fue simplificada en la Escuela de las Américas de Panamá́, centro a alienación de nuestras oficialidades.
  54. Aunque las cifras son menores, no deben olvidarse los casos de Chile y Brasil. Un balance de los crímenes cometidos en Argentina, Chile, Paraguay, Guatemala y Colombia en José Ernesto Schulman, Genocidios, Bs. As., 2017; sobre la red genocida en Sudamérica, Stella Calloni, Los años del lobo, Operación Cóndor, Bs. As., 1999. Cabe advertir que existe una enorme bibliografía a este respecto.
  55. Son 20 los territorios en estas condiciones en América: Gran Bretaña tiene Anguilla, Bermuda, Islas Caimán, Islas Georgias y Sandwich del sur, Islas Malvinas, Monserrat, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Británicas; Francia sobre Guadalupe, Martinica y Guyana; los Países Bajos sobre Aruba, Curação y San Martín y los municipios de Bonaire, San Eustaquio y Saba; Dinamarca sobre Groenlandia; y Estados Unidos sobre las Islas Vírgenes y Puerto Rico.
  56. El endeudamiento fue un viejo recurso del neocolonialismo, San Martín advertía contra esa agresión en Perú, Rivadavia hipotecó el suelo argentino (cfr. Jorge Cholvis, Historia y Constitución, Buenos Aires, 2019) y respecto de la Gran Colombia v. Alberto Filippi, op. cit. No obstante, nunca alcanzó las dimensiones actuales, producto de la financiarización mundial del capitalismo actual.
  57. Cfr. Carranza, Elías, Conferencia en el Congreso Federal sobre reformas legislativas, Mar del Plata, febrero de 2014, Internet.
  58. Índice de Homicídios na Adolescência no Brasil (IHA-2014): Programa de Redução da Violência Letal, Rio de Janeiro: Observatório de Favelas, 2017, pp. 15 y ss.
  59. Se puso en mayor evidencia con las brutales negligencia durante la pandemia, cuyo punto máximo fue el del gobierno de Bolsonaro, a cuya cuenta deben ponerse unas 100.000 muertes, aunque no fue el único.
  60. La privatización de la salud incrementa en la región la selectividad de su atención.
  61. Nuestros coeficientes no bajan de 40 y se acercan peligrosamente a 50, superados por Sudáfrica: los índices van de 1 (distribución igualitaria perfecta) hasta 100 (una persona concentra toda la riqueza).
  62. Casos de destituciones en Honduras, Paraguay, Bolivia, Brasil, Perú́.
  63. Ejemplos de lawfare ofrecen al Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia, Colombia, Perú.
  64. Algunos de estos casos han sido registrados por el Relator Especial de la ONU.
  65. El neokantismo de Baden o Sudoccidental, que asigna al valor jurídico la función de ordenar el mundo, permite seleccionar lo que ordena y lo dejar al resto fuera del derecho; el hegelianismo permite dejar fuera del derecho a quienes considera que no alcanzaron el momento del espíritu subjetivo (colonizados, enfermos mentales y otros no considerados partícipes de la comunidad jurídica).
  66. El valor de verdad del sistema interpretativo se limita a su completividad lógica normativa, en el campo del puro deber ser.
  67. Esto no significa negar la importancia filosófico-jurídica del eterno debate entre jusnaturalismo y positivismo jurídico, sino solo destacar que ha perdido gran parte de su importancia práctica en la solución cotidiana de los conflictos que se le plantean a los jueces.
  68. Entre otros Kelsen marcaba la distinción entre vigencia (sanción por autoridad competente) y eficacia (observancia, o sea que en alguna medida el ser se adecue al deber ser de la norma vigente en la realidad social).
  69. Son los llamados presos sin condena. El alto porcentaje de presos no condenados en nuestra América es endémico (cfr. Carranza/Mora/Houed/Zaffaroni, El preso sin condena en América Latina y el Caribe, San José, 1983; posteriores versiones con datos actualizados que muestran el agravamiento de la situación).
  70. Se pretende que la prisión preventiva es asimilable a el embargo preventivo civil, del mismo modo que al defender la tortura en el siglo XVIII se sostenía que no era pena, sino simple medida de investigación (contra esta argucia Joseph von Sonnenfels, Sobre la abolición de la tortura, Buenos Aires, 2023).
  71. Artículo 5o numeral 2.
  72. Artículo 7o.
  73. En algunos casos incluso de torturas y hasta de homicidios al menos culposos, aunque el difuso concepto de dolo eventual podría llegar a considerarlos también dolosos. Es obvio que no se pueden amparar en alguna causa de justificación (estado de necesidad justificante), pero quedaría la cuestión de la culpabilidad, es decir, que no serían reprochables, por hallarse en estado de necesidad exculpante. Operaría también en su favor la circunstancia de que, si alguno se negase a hacerlo, lo haría otro y quizá de peor manera. Esta reflexión no deja de ser una cruel paradoja.
  74. La racionalización es un mecanismo neurótico de huida, es decir, una evasión psicológicamente insalubre (V. Anna Freud, El Yo y los mecanismos de defensa. Barcelona, 1980).
  75. Es correcto tomar del Norte lo mejor de su ciencia jurídica, pero sin copiar modelos previo vaciamiento del cometido político que le es inherente en su origen, sino para aplicarlas conforme a los requerimientos de mayor eficacia del derecho exigidos por la realidad social de nuestra América, agredida y sin haber logrado eliminar las huellas coloniales del patriarcales, racistas y clasistas. Por otra parte, desde la sociología tradicional de Merton, se distinguen los fines manifiestos de las instituciones de los latentes o reales. Cuando normativamente se atiende solo a los manifiestos, se acepta cualquier ardid del poder.
  76. Es la tendencia a formar simples trabajadores para el mercado laboral señalada en el llamado Plan Bolonia de la Unión Europea de 1999 y sus repercusiones en nuestra América.
  77. V. el clásico libro de Rudolf von Jhering, Der Kamf um’s Recht, Viena, 1877.