Introduction

Judge Roberto Andrés Gallardo | President, PanAmerican Committee of Judges

Introduction

Siento una gran alegría al poder compartir con ustedes este encuentro sobre “Colonialismo, descolonización y neocolonialismo desde la justicia y el bien común”. Ustedes saben que este evento estuvo muy demorado, pero que no por eso ha perdido vigencia.

A solicitud de Su Santidad el Papa Francisco la idea tomó cuerpo a fines del año 2019. Hicimos todo lo posible para concretarlo en el 2020, pero la pandemia hizo lo suyo y nos forzó a suspenderlo hasta el día de hoy.

Trabajamos mucho junto al entonces Canciller Marcelo Sánchez Sorondo para cumplir la meta señalada por Francisco. Pensamos y diseñamos la modalidad de estas dos jornadas. En 2021 pudimos concretar un conjunto de importantes conferencias virtuales que sirvieron como etapa introductoria a este evento. Varios de los que en esa oportunidad expusieron por internet hoy están aquí para continuar con sus desarrollos.

Agradezco a todas y todos los que han hecho posible esta cumbre. Al Prof. Suárez-Orozco con quien hace meses trabajo en forma casi diaria en la concreción del evento, a Monseñor Sánchez Sorondo que como ya señalé participó en su fase primigenia, a la querida Secretaria Alessandra y demás funcionarios de la administración de la Academia y por supuesto a mis compañeros de Junta Promotora de COPAJU Ana Algorta, Tamila Ipema, Gustavo Moreno, Daniel Urrutia, Janet Tello y María Julia Figueredo. Para todos ellos vaya mi fraternal reconocimiento. Agradezco también a todos los capítulos nacionales y a sus representantes por su esfuerzo y dedicación.

Quiero agradecer además y muy especialmente las valiosísimas presencias de las y los expositores centrales de nuestra reunión. Sus nombres no requieren mayor presentación. Son figuras rutilantes, centrales e indiscutidas en las temáticas que nos convocan. Su seriedad académica y su coherencia histórica nos permiten anticipar un resultado sólido y revelador para estas dos jornadas. Gracias a todas y todos ellos por acompañarnos hoy aquí.

Gracias a su Eminencia el Cardenal Turkson, al Prof. Zamagni por su ayuda y cercanía. Gracias a los que contribuyeron al sostenimiento económico del evento.

Por supuesto el agradecimiento infinito al querido Papa Francisco por iluminar nuestro camino. Por ser el mentor y el motor espiritual de este evento.

Antes de que comiencen estas sesiones de trabajo, deseo compartir con ustedes unas breves reflexiones, metodológicas y sustantivas.

A partir del momento en que Francisco propuso este tema, comprendí que tenía mucho que aprender. Mientras avanzaba en mis lecturas y trataba de desentrañar algunos aspectos de la temática colonial, reconocí no sólo mi ignorancia sino la terrible incidencia que tenía el paradigma neocolonial en mi formación profesional y en el razonamiento de mis propias decisiones judiciales.

Comencé además a detectar cómo esa matriz cultural e histórica define las líneas de formación universitaria y determina la corrección o incorrección política del pensamiento científico, entronizando posturas reaccionarias y defenestrando a aquellas que desafían el orden del statu quo.

Me hice muchas preguntas y ensayé unas pocas respuestas.

Entendí que no era casual que abandonemos en nuestros países la sustancial discusión sobre la justicia y el bien común, para abocarnos solamente al estudio de códigos y leyes pre adjudicándoles el carácter de justas y buenas por el sólo hecho haber transitado con éxito un iter procesal de génesis normativa.

Me reconocí víctima y la vez victimario.

Víctima en tanto sujeto formateado por los moldes coloniales y victimario en cuanto reproductor de esos paradigmas mediante la operación jurídica, con todos los efectos que ello conlleva. Rápidamente intuí encarnar a un prisionero de la antigua alegoría platónica. Un ser confundido entre las sombras, sumido en la doxa jurídica, alejado de la verdad.

Claro que no era yo el único en ese cuadro.

El sistema judicial del cual formo parte está íntegramente atravesado por la práctica neocolonial. Todos y cada uno de sus engranajes se interrelacionan a través de las premisas que impone la lógica del sometimiento.

El sistema incluye a los tribunales, pero también a la formación de grado, a los abogados, a los investigadores y a los doctrinarios. Los jueces constituimos sólo una pequeña porción de esa maquinaria jurídica disciplinadora.

Cuanto más leí y correlacioné, más me convencí de la importancia del tema elegido por el Papa Francisco con su habitual lucidez. Me interrogué luego sobre la relación entre neocolonialismo y derechos sociales. Encontré una primera síntesis: los derechos sociales no son gratuitos, tienen un costo económico.

Los países periféricos, sometidos a continuas prácticas neocoloniales, encuentran en la expoliación de su riqueza natural y en las asimetrías de intercambio, el escollo central para la obtención de los recursos necesarios para la vigencia de los derechos sociales. Luego, la atribución del carácter programático de los derechos sociales y el techo que suponen los recursos presupuestarios disponibles, completan el cuadro.

Concluí que al entender qué es y cómo funciona el aparato neo-colonizador, podría entender también porqué no gozamos de los derechos sociales en nuestros territorios. Es simplemente una aproximación a la causalidad de la pobreza y del descarte.

Pues bien. Acabo de compartir con ustedes esta experiencia personal y para cerrar me atrevo a sugerirle, a quien comienza hoy esa misma experiencia, un par de recomendaciones.

Para reconocer la dominación neocolonial ínsita en nuestros sistemas económicos, políticos, sociales y jurídicos y en nuestra estructura individual de pensamiento, es fundamental una adecuada APERTURA INTELECTUAL. Dar rienda suelta a la duda para luego ir anudando ideas nuevas y reveladoras.

Alcanzar esa disposición para el nuevo aprendizaje es difícil y traumático, pero imprescindible. Aceptar la crisis epistemológica y el dolor de reconocernos funcionales a la matriz colonial, son partes indisolubles de esa apertura intelectual y base para cualquier cambio futuro.

Debemos poder afrontar con valentía preguntas cruciales tales como: ¿De qué justicia hablamos cuando hablamos de justicia? ¿Somos realmente hacedores de justicia? ¿Podemos hablar de justicia en un cuadro de injusticia estructural y violencia social? ¿A quienes beneficia la seguridad jurídica que nos propone el establishment? ¿Para qué privilegiamos los adjetivos y las formas en vez de hacerlo con lo sustantivo? ¿Porqué a veces dependemos del visto bueno de la multimedia y de la academia para tomar decisiones? ¿Podemos juzgar con miedo? Y muchos otros terribles interrogantes.

Apertura también supone relacionar y dar forma integrada al devenir histórico. Comprender que los golpes de estado, las democracias formales y la dictadura del lawfare son distintas expresiones de un mismo fenómeno de dominación y saqueo. Apertura es dar sentido actual a las nociones de soberanía y liberación. Entender que las ideas sólo se superan luego de concretarse y no antes. Advertir las trampas del anacronismo.

Pero no basta solo la apertura intelectual. No alcanza con comprender el contexto y el rol asumido. Es fundamental además que nos comprometamos con la idea de la transformación. Saber y comprender para cambiar. Aceptar la invitación a no asumir la realidad con conformismo y resignación sino con vocación transformadora, sustancial y duradera.

Tal como lo señaló el Papa Francisco en numerosas oportunidades, el compromiso no es de carácter teórico: necesitamos compromiso en la acción. Para cambiar, actuar. Teoría y praxis.

Los jueces muchas veces tenemos en nuestras manos la posibilidad de concretar los derechos sociales de nuestras comunidades. Podemos hacerlo si somos proactivos, elegimos estrategias alternativas, desafiamos los moldes impuestos, privilegiamos la sustancia por sobre los planteamientos formales. Mediante estos recursos y otros tantos, podemos efectivamente incidir en la realización de los derechos y de la dignidad humana.

Para cerrar, invito entonces a que aprendamos juntos del saber de los maestros que integran los paneles centrales y que generosamente compartirán hoy sus ideas con nosotros. Con apertura, con compromiso, con pasión. Y por sobre todo, no olvidando jamás, como Francisco nos enseñó, que “no hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza ni justicia en la inequidad”.

Muchas gracias.